Tras varios meses de monitoreo en la zona del cerro Dedo Gordo, cerca del río Blanco en El Bolsón, donde se había detectado un incendio subterráneo con presencia de carbón mineral en combustión, un informe preliminar del Servicio Geológico Minero Argentino (Segemar) llevó tranquilidad a las autoridades de Río Negro: ya no hay señales de actividad ígnea.
“Luego de que el Splif de El Bolsón identificara algunas emisiones de humo en un área de la cuenca del Ñirihuau afectada por el incendio de febrero, desde la Secretaría de Energía y Ambiente solicitamos diversos estudios técnicos”, explicó Judith Jiménez, titular de la Secretaría de Ambiente y Cambio Climático.
El foco subterráneo se mantenía activo desde el incendio del 30 de enero que afectó la zona de Confluencia, con un saldo de 3.835 hectáreas de bosque consumidas por el fuego. Las emisiones fueron observadas a unos 70 kilómetros al sureste de Bariloche, en una porción acotada de la cuenca carbonífera de Ñirihuau, considerada la segunda más relevante del país, luego del yacimiento de Río Turbio en Santa Cruz.
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Atendiendo al pedido de la Secretaría de Minería de la provincia, Segemar llevó a cabo una primera inspección en el área a fines de agosto, con el objetivo de evaluar los riesgos presentes.
“Hace una semana recibimos el informe preliminar. Se recolectaron muestras del terreno, se realizaron mediciones de gases y temperaturas del suelo. El análisis determinó que existen afloramientos pelíticos (con baja a moderada compactación), ubicados en superficie y relacionados con las formaciones geológicas de la zona”, detalló Jiménez.
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Aunque la zona carece de vegetación visible, posee un entramado subterráneo de raíces. El fuego se localizó en superficie, donde el oxígeno es más abundante y favorece su persistencia. “En capas más profundas, la presencia de oxígeno disminuye, lo que reduce el riesgo de propagación. Como los depósitos de carbón están bajo tierra, solicitamos un análisis sobre el peligro de que se reactiven. Desde Segemar nos informaron que la probabilidad de nuevos focos es baja, lo cual nos da cierta tranquilidad, sobre todo en esta época del año”, agregó.
Los estudios de temperatura sobre las rocas arrojaron valores de aproximadamente 10 grados, lo que indica que se encuentran a temperatura ambiente. “No se detectaron gases, humo ni olor a azufre en los afloramientos. Todo indica que el fuego se extinguió. Había preocupación por los gases que podrían haberse generado, pero ya no hay emanaciones”, confirmó la funcionaria.
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Jiménez remarcó que los estudios en la cuenca del Ñirihuau continuarán, tanto por razones de seguridad como para mejorar la capacidad de respuesta frente a futuros eventos extremos. “Hay antecedentes de estudios realizados en 2005 y 2009 por la Secretaría de Hidrocarburos, pero son escasos. Necesitamos información actualizada, sobre todo considerando el contexto de cambio climático: menos nevadas, más días secos y mayor frecuencia de incendios. Esa región es muy boscosa y el carbón sigue siendo un material altamente inflamable”, advirtió.
Además, señaló que desde la Secretaría de Ambiente se está impulsando un plan de restauración para las áreas degradadas en el Área Natural Protegida Río Azul – Lago Escondido (Anprale). Desde hace dos meses, trabajan en conjunto con instituciones del Conicet en estudios ambientales, diseño de estrategias turísticas sostenibles, restauración ecológica y monitoreo ambiental, incluyendo viverización y reforestación.
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“Se va a realizar un estudio sobre la intensidad del último incendio, además de un análisis de riesgo ambiental en Anprale y la identificación de zonas críticas para evitar la erosión del suelo. Cuando se pierde la cobertura vegetal, la tierra queda expuesta y se incrementa el riesgo de aludes o desprendimientos. Este diagnóstico es fundamental de cara al verano”, sostuvo Jiménez. También adelantó que los resultados de estos estudios permitirán definir cuándo y cómo se reabrirá el área al público. “A partir de eso, avanzaremos en un programa de restauración ecológica a largo plazo”, concluyó.
