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    A dos meses de la muerte de su madre, la hija de la Premio Nobel Alice Munro denuncia el abuso de su padrastro

    El testimonio de Andrea Robin Skinner sacude al mundo editorial: “Mucha gente influyente supo parte de mi historia, pero aun así colaboraron para mantener una mentira”. La escritora supo lo que pasaba, denuncia, pero no hizo nada, y siguió unida a su pareja.

    Mariana Mactas

    A dos meses de su muerte de su madre, la hija de la premio Nobel canadiense Alice Munro denunció el abuso de su padrastro (Foto: PETER MUHLY / AFP)

    A dos meses de su muerte de su madre, la hija de la premio Nobel canadiense Alice Munro denunció el abuso de su padrastro (Foto: PETER MUHLY / AFP)

    “A la sombra de mi madre, un ícono literario, mi familia y yo escondimos la historia por décadas. Es tiempo de contarla”.

    Así escribe su bajada, en el diario Toronto Star, Andrea Robin Skinner. Consciente de que está desencadenando un pequeño gran terremoto. Skinner es profesora de meditación, especializada en la cura del trauma infantil. Además, es hija de la canadiense Alice Munro, premio Nobel de Literatura 2013, autora llevada al cine (entre otros, por Almodóvar) de libros como Lejos de ella, Demasiada felicidad o Las vidas de las mujeres. Skinner decidió contar ahora que su padrastro Gerald Fremlin, segundo marido de Munro, abusó de ella desde los nueve años y que, al conocer el hecho, la escritora eligió no hacer nada y quedarse con él.

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    “En 1976 fui a visitar a mi madre, Alice Munro, por el verano en su casa de Clinton, Ontario. Una noche, cuando ella no estaba, su marido, mi padrastro, Gerald Fremlin, se subió a la cama donde yo dormía y abusó de mí. Yo tenía nueve años. Era una niña feliz, activa y curiosa, que recién me daba cuenta de que no podía crecer como una perra pastora, gran desilusión ya que amaba tanto a los perros como a las ovejas”. Fremlin era el segundo marido de Munro.

    “A la mañana siguiente, no podía levantarme de la cama -continúa Skinner en su carta-. Me levanté con mi primera migraña, que con los años resultó crónica, una condición debilitante que hoy continúa. Quise irme a casa, a Victoria con mi padre, Jim Munro, mi madrastra, Carole y mi hermanstro, Andrew. Cuando por fin iba a volar de regreso a casa, Fremlin me llevó al aeropuerto. Mi madre estaba ocupada. En el auto, me pidió que jugáramos a un juego llamado “show me”. Cuando me negué, me hizo contarle sobre mi “vida sexual”, rogándome por detalles sobre juegos inocentes que jugaba con otros niños. Entonces, me contó sobre su vida sexual”.

    Munro murió sin haber sido víctima del descrédito por la denuncia de su hija. (Foto: REUTERS/Andy Clark)

    Munro murió sin haber sido víctima del descrédito por la denuncia de su hija. (Foto: REUTERS/Andy Clark)

    El relato sobre los pormenores de los abusos por parte de Fremlin continúa en su largo artículo, que ha sacudido los ámbitos literarios globales: otra vez una gran figura de la cultura manchada por conductas privadas aberrantes. En 2005, Fremlin se declaró culpable luego de que Skinner lo denunció ante la justicia. Así, con 80 años, negoció una sentencia de dos años de prisión provisional y la orden de mantenerse lejos de menores de 14 años. La escritora nunca tomó distancia, no se separó de su marido hasta la muerte de él, en 2013.

    Con la continuidad de los abusos en los períodos de vacaciones, Skinner comparte recuerdos terribles vinculados a la reacción nula de su madre cuando le contó lo que pasaba. No solo ella: también viejos amigos de Fremlin le dijeron a Munro que su pareja le mostraba los genitales a su pequeña hija. Ante la pregunta de Munro, y con la pequeña de testigo, el hombre respondió que ella no era su tipo y que en las culturas antiguas lo normal era los menores aprendieran acerca del sexo teniendo relaciones con adultos que así les enseñaban.

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    La hija de Munro narra otra escena determinante sucedida años más tarde, cuando ella tenía 25. Fremlin, según su relato, había perdido interés en ella cuando se convirtió en una adolescente. La joven tomó coraje y le confesó todo a su madre, que reaccionó con el enojo de una esposa que se entera de la infidelidad de su marido. Ahí sí abandonó a Fremlin, aunque solo por un tiempo.

    “Me gustaría que formara parte de los relatos que cuenta la gente de mi madre. No quiero volver a leer una entrevista o biografía que no confronte la realidad de lo que me sucedió. Nunca me reconcilié con ella, no me culpo de no haber arreglado las cosas o haberla perdonado”, dice Skinner en el final de su nota publicada por el Toronto Star. Y señala también un manto de silencio que ocultó los hechos de la luz pública. Siempre, según ella, por la fama de su madre: “Mucha gente influyente supo parte de mi historia, pero aun así colaboraron para mantener una mentira”.

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