En la misma fecha en que Trump anunciaba el día la independencia económica de EE.UU. con el objetivo de fortalecer el mercado interno y beneficiar a sus trabajadores, Milei cometía uno de sus famosos errores no forzados aceptando el argumento de Londres sobre la libre determinación de los pueblos. Parece haber olvidado que los mapas oficiales incluyen a las Malvinas como parte del territorio nacional.
No sabemos si lo que está haciendo el presidente del país del Norte servirá para lo que él pontifica. Poner aranceles altos, sobre todo a China y países como Vietnam, no necesariamente garantiza que logre su objetivo de entrar en una edad de oro de su economía.
En una interesante columna, el economista Thomas Friedman dice: “La estrategia del ‘día de la liberación’ de Trump consiste en redoblar los aranceles mientras desmantela nuestras instituciones científicas nacionales y la fuerza laboral que impulsan la innovación estadounidense. La estrategia de liberación de China consiste en abrir más campus de investigación y redoblar los esfuerzos en la innovación impulsada por IA para liberarse permanentemente de los aranceles de Trump”.
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Así como en EE.UU. se está desalentando la sociedad Estado y ciencia, aquí sucede lo mismo. Con el agravante de que la idea madre de nuestro gobierno no es buscar la protección de la industria nacional ni de los trabajadores, sino suponer que la apertura indiscriminada de productos extranjeros incentivará la capacidad competitividad por parte de nuestros empresarios.
La experiencia indica que este tipo de políticas son funcionales a todo lo contrario, transformando productores en importadores. Mientras tanto, tenemos un Milei ávido de conseguir dólares del FMI y otros organismos internacionales bajo la excusa de que hay que sanear el Banco Central. Todos saben que el problema es que se quedaron sin dólares, y que no hay posibilidad de reponerlos manteniendo el actual nivel de paridad.
Muchos prefieren fingir demencia, incluyendo a Adorni, que niega que lo de Trump sea proteccionismo aunque afloje con aranceles a Argentina.
Las elecciones de octubre todo lo justifican, hay que llegar como se pueda. Veremos en poco tiempo cuánto vale el sello de LLA y quién vence en la interna PRO vs. oficialismo. Ello depende de lo que suceda en las elecciones de CABA. Aunque tampoco hay que dejar de mirar cuánto vale el oficialismo en el interior del país, con el resultado de las elecciones legislativas provinciales. No sea que le suceda como a Tump, que en las primeras elecciones de este año perdió en Wisconsin la elección de fiscal de Estado y ganó por muy poco margen representantes en Florida.
También comenzó la pelea por el liderazgo de la derecha. El PRO se está jugando su existencia. Macri debe decidir si, aunque obtenga pocos votos, mantiene su sello esperando el declive de Milei o el PRO desaparece dentro de la vorágine libertaria. Claro que mientras enfrente no tenga una oposición propositiva, el mileísmo tiene ventaja.
La batalla por el poder dentro del peronismo ha comenzado y hasta que no haya un ganador le será muy difícil volver a aparecer como alternativa política. Tampoco con eso le alcanzará, debe poner sus ideas en orden y pensar en cómo llegó a la situación por la cual para muchos ciudadanos se convirtió en sinónimo de planes sociales. Con el tiempo fue perdiendo el eje de la cultura del trabajo, como columna vertebral que justifica su existencia. Quizás debieran recordar que entre sus verdades Perón decía: “No existe para el justicialismo más que una sola clase de hombres: los que trabajan y que el trabajo es un derecho que crea dignidad y que es un deber que cada uno produzca por lo menos lo que consume”.
*Consultor y analista político.