El 22 de julio de 1990, María Julia Alsogaray, hija del mítico economista Álvaro Alsogaray y funcionaria estrella del presidente Carlos Menem, posó cubierta solo por un tapado de piel para la tapa de NOTICIAS. El título fue “Reina pero no gobierna” y se completaba con el siguiente texto: “María Julia y su ‘romance’ con el Presidente”.
La imagen de aquella tapa se repitió muchas veces y suele ser referencia obligada cuando se trata el período menemista. Sin embargo, la historia detrás de ella la conocen muy pocos.
La periodista Alejandra Albanesi y el fotógrafo Osvaldo Dubini fueron enviados al centro de esquí de Las Leñas para entrevistar a la entonces interventora de Entel, la empresa estatal de teléfonos. Una vez allí, los periodistas le propusieron vestirla con una capa, un cetro y una corona, para ilustrar aquel título que ya se imaginaban en la tapa. No quiso. Lo más arriesgado que aceptaba ponerse era un vestido negro con minifalda y un tocado con perlas.
Sin embargo, al día siguiente Dubini le ofreció hacer nuevas tomas. María Julia aceptó, aunque le advirtió que no había traído ropa para la ocasión. Fue en ese momento cuando apareció el famoso tapado que haría historia. Su dueña era Graciela Borges, que se hospedaba en el mismo hotel que la funcionaria, con quien mantenía una relación amistosa.
Empezó la sesión al aire libre, frente al hotel. El fotógrafo tuvo la sensación de que María Julia estaba más alegre que el día anterior, y lo atribuyó a que hubiera tomado alguna copa de más. De a poco, le pidió que se fuera desabrochando la camisa que llevaba puesta y que se cubriera con el tapado de piel. Ella dudaba, entre sonrisas, pero al final decía que sí. Dubini la iba llevando de a poco sabiendo que ella quería dejarse llevar. Pero faltaba un paso más para que aceptara bajarse el vestido hasta dejar ver la parte superior de sus pechos.
En un momento se arrimaron Graciela Borges y Susana Giménez, que también estaba en el mismo complejo turístico. El fotógrafo le acercó la cámara a Susana para que viera por la mirilla la imagen que iba a tomar y diera su opinión. Para ese entonces, María Julia ya mostraba su torso semi desnudo, además de sus piernas, que parecían más largas de lo que nunca nadie había visto. El tapado ocultaba su ropa, que permanecía recogida por debajo, dando la sensación de que estaba desnuda. Susana Giménez la vio a través de la cámara y exclamó: “¡Estás bárbara, María Julia!”.
Era lo que necesitaba escuchar para dejar que le sacaran la foto.
Un mes antes habría dicho que no, y quizás un mes más tarde, también. Pero ese día decir que sí, entre la nieve, en ese lugar que el menemismo había puesto de moda, verse como una mujer seductora en una revista, simbolizaba la meta anhelada. Meta, como sinónimo de haber alcanzado el objetivo político de convertirse en una pieza clave de un Gobierno, algo que además la posicionaba bien en la competencia íntima que siempre mantuvo con su padre, ex funcionario, aunque de administraciones militares. Pero meta también por sentir que, a los 48 años, no era tarde para reconocerse atractiva frente a los demás.
Esa foto sintetizaba todo lo que María Julia Alsogaray entendía por éxito político y personal. No se imaginó que también se convertiría en símbolo de lo peor de una época.
* * *
La funcionaria estaba casada con Francisco Erize, un ambientalista que dirigía la Fundación Vida Silvestre, aunque los allegados a la pareja sabían de un distanciamiento sentimental tras su nombramiento como interventora de ENTel, la empresa estatal de telefonía. Esos amigos no decían que el excesivo trabajo de la interventora fuera el eje de los problemas maritales. El problema era su excesiva cercanía con el Presidente de la Nación.
La separación con Erize se formalizaría años después, aunque en aquel entonces sus íntimos sostenían que no lo hacían debido a sus propios prejuicios: “Están en un nivel social en el que eso no se concibe. Pueden hacer cualquier cosa, acostarse con quien se les dé la gana, pero jamás separarse. Los hijos los unen mucho”.
Ella siempre resaltó por su vehemencia y su inteligencia, no por su feminidad. Estudió ingeniería, una carrera dominada por los hombres, y era una de las pocas mujeres en el Parlamento cuando en 1985 fue electa diputada nacional por la Capital Federal. En público, al menos, se la veía tan varonil como el contexto que la rodeaba. Jamás una pollera por sobre las rodillas ni un escote pronunciado ni tacos altos. Solo luchaba para no perder su línea, frente a una tendencia a la gordura que la obsesionaba.
Pero esa imagen asexuada quedó en el olvido cuando conoció a Carlos Menem: “Si me ven imagen de seductora, ahora bánquensela”, provocaba. No era lo único que confesaría al borde de la nieve, sin grabador de por medio, cuando el fotógrafo de NOTICIAS la retrataba más seductora que nunca. Como si fuera una charla informal entre viejos amigos, se atrevía a revelar sus pensamientos más íntimos.
Contarlos ahora refleja mejor que cualquier declaración pública el espíritu de los protagonistas de aquella época. Esta es la reconstrucción de aquel soliloquio:
- “El único período malo que tuve fue del ’85 al ’86, cuando me eligieron diputada: me puse nerviosa y engordé. De todas maneras si ahora me solté es porque aprendí de Carlos (Menem). Y además, porque yo misma me veía en las fotos, en los videos y afiches con una expresión seria que no tenía nada que ver conmigo.”
- “Mi imagen de comehombres, mi manera de ser afectuosa con los hombres, nunca pasó de lo correcto. Eso no quiere decir que no sea afectuosa corporalmente. Pero lo soy sin ninguna carga erótica. Me acusan de que disfruto de que me vean en actitudes románticas. Es mentira. Yo no disfruto porque no tengo conciencia de que me están mirando. A veces siento la necesidad de tomar a alguien de las manos. Ese gesto es habitual en mí. Se van a tener que acostumbrar. Nunca fui una persona reprimida. Yo digo que ser liberal en la vida es hacer las cosas que uno siente, sin importar demasiado el qué dirán”.
- “Me siento respaldada por Carlos. Si hacés las cosas bien, aunque los demás opinen lo contrario, seguí adelante. Sin embargo, sé que si hubiese cometido un error grueso, me hubiese cortado la cabeza. Creo que él no perdonaría a alguien que pone en peligro su proyecto”.
- “Siento un enorme afecto por el ‘Presi’. Lo quiero mucho, muchísimo. Y me es difícil separar al hombre del Presidente. Lo admiro tanto que en cenas de entrecasa y reuniones de trabajo no puedo dejar de decirle Señor Presidente… Es seductor como quizá lo sea mi padre… El rumor que corre de que hay un romance entre nosotros es solo producto de una circunstancia histórica. Mientas él estaba en familia se decía que tenía fama de mujeriego, pero ahí terminaba todo. Ahora que está sin familia digamos que está en disponibilidad”.
- “Con mi marido estuve separada un tiempo. En la casa de mi suegra. Él vivía en el piso de arriba y yo abajo. Fue en el tiempo que nació Francisco. Fue la única vez que nos llevamos mal, porque él me dijo que no quería en casa a una mujer que se quedara todo el día cuidando al bebé”.
- “Con él tuve mi primera relación sexual. Fue dos años antes de casarme. Si lo hubiese conocido antes la hubiera tenido antes, porque de nadie me había enamorado tanto como de él”.
- “Cuando Carlos se separó, lo llamé para ver cómo estaba. Y le pregunté: ‘¿te sentís bien?’ Con él nos complementamos. Somos como dos mulas que nos necesitamos mutuamente. Tenemos una relación abierta, de gran confianza. Pero nunca entré en la quinta de Olivos de noche”.
- “Si Carlos y yo estuviéramos en pareja lo daríamos a conocer y no lo ocultaríamos… Pero creo que a él no le cuesta estar sin pareja estable. Se maneja bien así.”
- “Empecé a tener otra idea de mí cuando en una encuesta los hombres ponderaron mis piernas. En esa encuesta figuraba Raquel Mancini también. Hasta ese momento yo creí que era solo vista como una mujer inteligente. Ahí me di cuenta de que las dos cosas no son incompatibles. Una vez que comprendí que no era una pánfila me di el lujo de mostrar las piernas”.
Allí, en la nieve, frente a los enviados de NOTICIAS a quienes la funcionaria había tomado de inesperados confidentes, parecían haber quedado sepultados para siempre los prejuicios íntimos e ideológicos de la familia Alsogaray.
Años antes, María Julia había llegado a decir que Menem era el “mal mayor”, y lo trató de “curandero”. Su padre había sido uno de los enemigos históricos del peronismo, el ideólogo económico de los golpes militares de las últimas décadas y uno de los más acérrimos e ingeniosos enemigos declarados de Juan Domingo Perón.
* * *
Mientras María Julia posaba en Las Leñas durante ese invierno de 1990 con una sensualidad que nunca antes se había permitido, a la redacción de NOTICIAS llegaba un informe elaborado dentro de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) que daba cuenta de que en la semana anterior al viaje, la funcionaria se había quedado a dormir tres noches en Olivos, aprovechando que la familia presidencial ya había sido desalojada. Falso o no, el dossier llamaba la atención por esa costumbre de los Servicios de espiar a todos, incluso hasta a los propios miembros de cada administración. Un hábito que se repite hasta el presente.
Pero horas antes de que la revista se distribuyera en los kioscos con las fotos que harían hablar al país, María Julia llamó a la editora general. Como si quisiera retroceder en el tiempo, como si alguien se lo hubiera exigido, o como si en un rapto de lucidez hubiera comprendido que lo que acababa de hacer le iría a traer problemas eternos, reclamó que la nota no saliera publicada.
—Me pidió por favor que no publicara ese material, que se había equivocado al dejarse fotografiar, que eso le iba a ocasionar muchos disgustos, etcétera. Le dije que ya era tarde, que la revista estaba impresa, –recuerda Teresa Pacitti.
—¿Era cierto?
—Sí, pero aunque hubiera habido tiempo no le habría hecho caso, sabía que teníamos en las manos algo que simbolizaba como ninguna otra cosa el espíritu de aquella época.
Durante varios días, no existió otro tema del que se hablara tanto. A María Julia se le fueron todos los temores cuando vio la tapa. Quedó impactada por una foto que la mostraba rejuvenecida y sexy, tal como ella sentía que de verdad era.
La periodista Olga Wornat, en su libro Menem. La vida privada relata que, tras la aparición de la revista, Eduardo Menem llegó furioso a Olivos para reclamarle a su hermano que la hiciera renunciar: “¡Es una vergüenza! Salió casi desnuda. ¿Qué va a decir la Iglesia de nosotros!”. Lo que Eduardo no le dijo, porque nunca se enteró, es que había sido él quien había trasladado las fotos del pecado en el avión que esa semana lo había traído desde Mendoza. En aquella época, sin internet, los fotógrafos solían enviar sus rollos gracias a la buena predisposición de los pasajeros de un avión. Aquella vez el pedido se lo hicieron al hermano del Presidente quien, generosamente y sin saber qué contenía el rollo de fotos, aceptó trasladarlo hasta la ciudad de Buenos Aires.
Wornat sostiene que fue el secretario privado del Presidente, Miguel Ángel Vicco, quien debió salir en defensa de la funcionaria, con quien se decía que había mantenido un fugaz romance: “Carlos, ¿vos nunca te equivocaste? Perdonala, estaba borracha y no se dio cuenta.”
A pesar de que algunas mujeres del Gobierno también la empezaron a mirar con cierto recelo y que desde la oposición recibió todo tipo de críticas, ella entendió que el resultado estético bien valía ese costo. Después no pensaría lo mismo, pero esa semana compró varias revistas para regalar y guardar. A una la enmarcó y la colgó en la pared de su petit hotel y en el 2009 se la llevó a su nuevo domicilio, cuando le remataron la mansión tras ser condenada por enriquecimiento ilícito.
El fotógrafo Osvaldo Dubini recuerda que un tiempo más tarde volvió a cruzarse con su modelo estrella cuando le tocó cubrir un cóctel de la empresa Telefónica en el Hotel Plaza: “Yo la vi, pero preferí no acercarme y seguir haciendo mi trabajo desde lejos. Hasta que en cierto momento ella me miró y se me acercó. Me tomó del brazo y me llevó hasta el lugar en el que estaba hablando con dirigentes políticos y empresarios. Entonces me presentó: ‘Acá está el hombre que me sacó la famosa foto que todos ustedes conocen’. Parecía satisfecha”.
La historia de la revista con María Julia Alsogaray es de verdad única. Los menemistas siempre le reprocharon que esa tapa la estigmatizara como la cara de la frivolidad de aquel Gobierno, y ella llegó a entender que era así.
Y fue una investigación de NOTICIAS la que en 1993 provocaría que la Justicia, obligada y de mala gana, iniciara un proceso que concluiría años después con su encarcelamiento.
Sin embargo, la hija de Álvaro Alsogaray nunca sintió animadversión hacia esta redacción, aceptando -como no lo harían otros funcionarios ni antes ni después de ella- la regla por la cual un medio pueda ser crítico con los que ostentan el poder, sin que eso determine ser opositor ni tener un conflicto personal en su contra.
Lo dice así: “Es que nunca tuve problemas con la gente que piensa distinto que yo, pero que lo dice de frente. Con los que tuve y tengo problemas son con los amorfos. Con los ‘lavados’ uno nunca sabe qué esperar”.
Sobre la tapa que dio la vuelta al mundo y sirvió de símbolo para analizar la era menemista, hasta hoy se muestra crítica consigo misma por lo que considera un grave error político, aunque reconociendo que fue un gran shock para su vida: “Sentí visceralmente el impacto de esa foto. Como nadie puede hablar de su propia torpeza, me la banqué. Después tuve la sensación de que esa no era la imagen que tenía que dar para mantener la seriedad de mi trabajo. Por supuesto que la foto era muy linda, mérito del fotógrafo, sin dudas”.
Menciona que su padre Álvaro se quedó azorado cuando la vio colgada en todos los kioscos (“no entendía nada”), y que una amiga la llamó para decirle: “¡Qué horror la foto, María Julia!”. “Le dije: ‘che, vos también me criticás’. Y me contesta: ‘es que le pedí a mi marido que me sacara una igual y nada que ver’”.
—De verdad, María Julia, ¿cuántas revistas compró esa vez?, le pregunté años después.
—Cuántas voy a comprar, si a los diez minutos ya no la encontraba en los kioscos. Si todavía les queda alguna, deberían dármela.