CIUDAD DE MÉXICO.- La contundente victoria de la izquierda en México liderada por el presidente Andrés Manuel López Obrador en las elecciones presidenciales agitó el temor al surgimiento de una nueva hegemonía política que atente contra la democracia mexicana, y desató un derrumbe del peso y la bolsa, vapuleados por la ansiedad de los inversores ante la posibilidad de que el arrollador avance de la coalición obradorista, sobre todo en el Congreso, donde quedó muy cerca de tener una supermayoría.
El amplísimo triunfo de Claudia Sheinbaum, quien será la primera presidenta de México, pateó el tablero del país, que amaneció este lunes sorprendido, perplejo, como si aún intentara terminar de dilucidar las implicancias de la avalancha del respaldo que capturó Morena, la coalición forjada hace seis años por López Obrador, a lo largo y a lo ancho del territorio mexicano. Sheinbaum fue la candidata más votada de la historia, y obtuvo un caudal de votos y una ventaja incluso superiores a las de López Obrador, su jefe político, en la última elección. “El poder total”, tituló la revista Proceso.
El oficialismo quedó muy cerca de lograr supermayorías en ambas cámaras del Congreso –en la Cámara baja ya lo había conseguido, y en el Senado sólo le faltaban cuatro senadores para conseguirlo–, el objetivo más ambicioso que se había planteado López Obrador para estas elecciones, un hito que lo llevó a renovar el impulso a sus controvertidas reformas constitucionales.
Frente a ese escenario, las dos preocupaciones centrales y más inmediatas eran el futuro de la economía y de las instituciones mexicanas ante la decisión explícita de López Obrador de avanzar con su polémico “Plan C”, unas reformas recostadas en la aplastante victoria de Morena y el avance del oficialismo en el Congreso. Exultante y victorioso, López Obrador adelantó en su habitual conferencia de prensa matutina en el Palacio Nacional, la “mañanera”, que acordará ese plan de reformas con Sheinbaum. Su prioridad: avanzar sobre el Poder Judicial.
“Yo sí pienso que se tiene que abordar el tema de la reforma del Poder Judicial porque no es posible mantener un Poder Judicial que no esté al servicio del pueblo, de la sociedad, que esté al servicio, como es de dominio público, de una minoría, y a veces de la delincuencia”, dijo López Obrador. “Al servicio de la delincuencia organizada, y de la delincuencia de cuello blanco. Y tiene que haber un Poder Judicial que represente a los mexicanos, incorruptible, porque sino, no avanzamos. Pero eso hay que verlo, platicarlo”, dijo.
López Obrador mantiene una rencilla de larga data con la Suprema Corte de Justicia de México, que durante su sexenio frenó sus reformas más criticadas entre quienes denunciaron –y aún denuncian– una deriva autoritaria de su gobierno. El futuro del máximo tribunal del país, visto como un contrapeso institucional vital a la presidencia, quedó ahora en duda: López Obrador quiere que las designaciones de los jueces se realicen a través del voto popular, una reforma que expertos advierten atentaría contra la independencia judicial y terminaría por quebrar el equilibrio institucional mexicano.
Y la Corte dista de ser la única institución en riesgo con el “Plan C”: el menú también puede incluir reformas al Instituto Nacional Electoral (INE), el órgano autónomo que ha servido de garante de la democracia mexicana en cada elección, o al Instituto Nacional de la Transparencia, que garantiza el acceso a la información. Otra medida controvertida: López Obrador quiere avanzar con la militarización del país incorporando a la Guardia Nacional, una fuerza de seguridad creada por el obradorismo, a las Fuerzas Armadas. Durante el último sexenio, López Obrador forjó una estrecha y muy peculiar relación con el ejército, al que retiró de la lucha contra el narco y le dio el control de obras públicas emblemáticas, como el Tren Maya, o el manejo de los aeropuertos.
La candidata de la oposición, Xóchitl Gálvez, que lideró una atípica alianza de los partidos tradicionales, el PRI, el PAN y el PRD, publicó un extenso mensaje en sus redes sociales en el que instó a los mexicanos a defender la democracia.
“Hoy más que nunca debemos defender nuestra democracia y nuestra república. Los contrapesos y la división de poderes siguen en riesgo”, alertó.
Atenta a los desafíos que enfrenta México, y que parecen reciclarse aun cuando pasen los sexenios y cambien los presidentes, la organización de derechos humanos Human Rights Watch, que ha documentado de manera puntillosa los abusos en México, también pidió “fortalecer el Estado de derecho”.
“En un proceso electoral marcado por la violencia, México eligió a Claudia Sheinbaum, ahora este gobierno debe responder a la violencia criminal, detener la militarización, fortalecer el Estado de derecho, el espacio cívico, y mejorar las políticas de inmigración”, dijo la organización.
La preocupación por el futuro del tejido institucional mexicano ante eventuales reformas a la Constitución terminó por derramar a la economía. El peso, que en los últimos meses se había fortalecido, llegó a derrumbarse más de un 4% al día siguiente de las elecciones, su peor retroceso en cuatro años en medio de los temores de los inversores de que el avance de Morena, sobre todo, en el Congreso, pueda poner en riesgo la estabilidad de larga data de la economía mexicana y empeore el clima inversor. Y la bolsa de México cerró la jornada con una caída del 6,1%, un brutal derrape que dejaba al descubierto la desconfianza de los inversores. Analistas achacaron el derrape a la incertidumbre que generan eventuales reformas constitucionales.
Durante la tarde, la flamante presidenta confirmó la continuidad de Rogelio Ramírez de la O como ministro de Economía.
Sheinbaum prometió un gobierno austero y respeto a la independencia del Banco de México. Pero deberá ingeniárselas para cumplir, a la vez, con su promesa de expandir las obras de infraestructura y los programas sociales de López Obrador y lidiar al mismo tiempo con un abultado déficit fiscal que le dejará de herencia, equivalente al 5% del producto bruto interno (PBI).
Uno de los interrogantes que deja la histórica elección en México es qué hará López Obrador luego de entregarle la banda presidencial a Sheinbaum. El líder izquierdista, fundador del movimiento que catapultó a Sheinbaum al poder, volvió a prometer que se retirará. Algunos todavía lo dudan.
“Me voy a retirar con muchísima satisfacción”, dijo el mandatario en su “mañanera”. “Voy a jubilarme y que quede claro, que se oiga bien: terminando mi mandato no vuelvo a participar en ninguna actividad pública política”, cerró.