“El hombre siempre hizo más o menos líneas rectas”, afirmó alguna vez Daniel Urban Kiley (1912-2004). Aquí, un Arquitecto del Paisaje (como llaman en Estados Unidos a los paisajistas) centrado en la estructura. Cuando una estructura importa -de verdad, importa- el murmullo de agua, los aviones que pasan, la textura de los árboles: todo tiene su lugar, su sitio, su motivo. “He tratado de que los espacios de desdoblen, uno sobre el otro, como una caminata en la naturaleza. El hombre (que es naturaleza) se mueve a través del espacio también. Así que la organización de su mente y su movimiento también se reflejan en el paisaje”, concluyó en alguna de sus charlas en universidades, siempre muy concurridas. Porque Kiley era una mente pensante pero, también, un gran orador.
Daniel Kiley trabajó junto a algunos de los mayores referentes del modernismo. Entre ellos Eero Saarinen. ¿Qué fue el modernismo? Entre otras cosas, la respuesta después de las guerras, holocausto y la bomba atómica. Kiley seguramente entendió que el arte tenía que buscar respuestas ya no en la naturaleza, ni en Dios, sino en él mismo. En una charla en la Universidad de Rockefeller dijo: “Construir es imaginar posibilidades refrescantes. Siempre estoy buscando las conexiones más puras, que nos mantengan a todos unidos. Alguna forma de geometría sagrada”.
Bajo sus diseños, las formas clásicas se repiten en patrones inesperados, utilizando plantas como cama o borduras, empleando materiales como mármol cuando otros hubieran utilizado cemento. Hoy, más de 1100 proyectos -entre casas, cementerios, parques y fundaciones- cuentan con su sello personal, donde siempre hay cruces de diagonales y paralelas. Entre sus fuentes declaradas de inspiración se cuentan la filosofía de Ralph Waldo Emerson y la poesía de William Blake. En sus palabras, la mayor contribución de un diseñador es “vincular lo humano y lo natural en una forma en que nos recuerde nuestro lugar fundamental en el orden de las cosas.”
Fountain Place
“Los voy a hacer caminar sobre el agua”, cuentan que dijo Kiley cuando recorrió el predio junto a los arquitectos por primera vez. Y así lo hizo. Mariela Schaer, paisajista, docente y diseñadora de viajes de paisajismo y naturaleza, destaca la gran importancia de Kiley y, más precisamente, de la plaza Fountain Place, terminada en 1985.
“Esta plaza abierta al público pertenece al edificio lindante de 220 metros de altura, que es como un gran prisma multifacético, diseño de M.I.PEI & Partners”, cuenta Schaer. Y agrega que hay quienes dicen que este es el trabajo que le habían negado para el diseño del jardín de la Art Institute de Chicago South Garden, 22 años antes. El proyecto está compuesto por 217 fuentes y abarca una superficie de 3422 metros cuadrados abarcados en un cuadrado de 58,59 metros de lado.
“A los pies de esta gran obra arquitectónica, la plaza es escalonada”, retoma Schaer. “Es un bosque urbano compuesto por 300 Taxodium distichum (ciprés calvo) atravesado por cascadas de agua que generan un ambiente especial. El tamaño de los árboles baja la escala de los edificios circundantes, el agua aísla del ruido del tráfico y al entrar en la plaza parece trasladarnos fuera de la ciudad.”
Es impactante esta plaza atravesada por agua y senderos, que van bajando donde en cada escalón uno encuentra un banco donde poder sentarse y admirar la magnitud del espacio. “Seguramente muchos viajeros conocen obra de Kiley, si visitaron el Lincoln Center o Columbus Circle conocen su trabajo, porque ambas plazas son de su autoría; también la plaza formal en el lateral del Instituto de arte de Chicago, con su espectacular fuente y sus tillous alineados”, detalla Schaer. Y agrega: “Pero este espacio novedoso y atemporal al mismo tiempo, impacta por la escala y la repetición de elementos. Es sin duda una obra que expresa la síntesis del minimalismo y estimula todos los sentidos.”
A diferencia de otros paisajistas, Kiley estaba muy preocupado por cómo evolucionaban sus diseños. Muchas veces se ponía en contacto para resaltar el mantenimiento de alguna fuente (para que toda la línea estuviera perfecta) o para corregir alguna poda o diferencia en cuanto al diseño. Nada quedaba librado al azar. Escribió para un artículo: “Es la perdición, o quizá la belleza, de muchos paisajes, el cuidado significativo y permanente que se requiere. No sólo para preservar la apariencia del día a día, sino para asegurar que la estructura del diseño evolucione a tu potencial. Como arquitectos, tenemos el mandato de guiar nuestro trabajo a lo largo de todas sus etapas, o renunciar a su integridad.”