2, agosto, 2025

La amenaza contra la fecha mágica y el Séptimo de Caballería del FMI

Para el Gobierno, lo importante es que los hechos de la semana que terminó no arruinen la verdadera meta económico-político-electoral para el corto- mediano plazo: que el 14 de octubre, 12 días antes de ir a votar la renovación parcial del Congreso, se pueda mostrar una inflación mensual que tenga un cero por delante. Ese día está programada la información sobre la evolución del IPC correspondiente a septiembre de 2025, el mes que según todos los análisis podría registrarse el nivel más bajo de alza de precios de las últimas décadas. Los cerebros programadores de la estrategia electoral tienen ese dato a anunciar como el empujón político más importante para cualquier gobierno criollo de los últimos años, ante un público electoral acostumbrado a ir a las urnas con pesadas inflaciones sobre las espaldas. Todas las encuestas les muestran a los estrategas del oficialismo que dos factores son fundamentales para sostener las optimistas perspectivas de votación positiva en octubre: la seguridad (y las calles despejadas de manifestantes) y la baja de precios. El primer segmento político estaría siendo controlado por Patricia Bullrich, que además amenaza con ser candidata. El segundo, el IPC de septiembre con un cero por delante, parecía ser una realidad casi palpable. Ahora es un puente lejano.

Y todo esto por la irrupción del enemigo público de siempre: el alza del dólar; el gran contrincante que complica cualquier estrategia electoral. Que lo digan Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa. El alza de la divisa en la última semana provocó el retorno de los fantasmas: que el aumento del precio de la divisa se traslade a los precios. Que se produzca el tan temido demonio del pass trough. Algo que podría monitorearse desde agosto y trasladarse hacia septiembre. Se salvó el IPC de julio, ya que el alza de casi un 14% del dólar del mes pasado se concentró en la última semana. No dio tiempo a los agentes económicos que suben precios por inercia psicológica (más que de cálculo de costos) a ajustar los valores de los bienes (los más factibles de subir por incrementos del dólar) para que sean tenidos en cuenta por el Indec. Más bien será una tarea a ejecutar este fin de semana. Con lo cual, de verter su negativa influencia, el alza de la divisa comenzaría a percibirse en agosto 2025. Según los analistas, la presión del dólar podría provocar no un estallido hacia arriba en el IPC, sino un traslado “donde se pueda”. La muy mala performance anual del consumo masivo no solo hace imposible un traslado directo y gimnástico del incremento del dólar hacia los precios, sino, más bien, un aumento selectivo.

En todo caso, para agosto, debería ahora esperarse una repetición de un índice similar al de julio, un porcentaje cercano al 1,5%. El problema, en realidad, es que la suba de la divisa ejecuta una influencia de dos tiempos. Esto es, primero, en los precios directos y, segundo, sobre los costos de producción de los bienes y la aplicación de servicios. En concreto, el alza de la divisa influiría no solo en agosto, sino, fundamentalmente, en septiembre.

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Y ahí está el problema político del Gobierno. Aunque no haya un pass through importante, una devaluación de dos dígitos inevitablemente traería consigo un alza de 1 punto porcentual en los precios generales de la economía. Y su influencia directa se vería en septiembre, más que en agosto. Luego, en septiembre, la inflación tendría un punto por delante, cuando, otra vez, la estrategia política indicaba que los cañones debían apuntar a lograr el cero del IPC de ese mes. Una meta que ahora entra en debate.

Por eso quizá la decepción del Gobierno con el comportamiento de los mercados en la semana que terminó. Y los posteos de los libertarios de ocasión, culpando a bancos, operadores, al kirchnerismo (cosa rara esa relación de este signo político con los compradores habituales de divisas de este país), en el transcurso de la jornada del jueves, cuando la divisa rompía récords y navegaba a los 1.380 pesos. Luego, más a la noche y en una visita a un streaming colega, Luis “Toto” Caputo calibraría algo mejor las acusaciones del Gobierno y señalaría que los vaivenes del dólar obedecen a una política de liberación del tipo de cambio dentro de un esquema de bandas, con bandos de ofertas y demandas que se cruzan; y no a los golpistas financieros de ayer, hoy y mañana. “Al que le parezca barato comprará, y al que le parezca caro venderá… No sé por qué se enojan con nosotros”, reflexionó el ministro, bendiciendo a los campeones que no se la quisieron perder. Al menos ese jueves. La de la semana que culmina fue una de esas batallas que el mercado financiero recordará por mucho tiempo. La del cierre de julio 2025 fue, por lejos, la compulsa más complicada por el gobierno de Javier Milei desde que asumió el 20 de diciembre de 2023; y donde, al menos por 48 horas (el 30 y el 31 de julio), hubo pelea entre el Palacio de Hacienda/Banco Central y las eternas fuerzas del mercado especulativo clásico e histórico. De un lado, para algunos, el mejor ministro de Economía de la historia. Del otro, calificados por las mismas fuerzas del capitalismo financiero criollo, como gente que “no fuma abajo del agua, tiene la fábrica de los cigarros”. Alguien podría interpretar que desde el bando del oficialismo hay una ventaja competitiva: Luis “Toto” Caputo, hasta hace solo un tiempo, era parte del equipo de los “fabricantes de cigarros”. Todo empezó el martes 29 de julio, cuando el Gobierno tuvo que consensuar una suba muy importante de las tasas de interés, que treparon al 68%. Un día después, surgió la primera suba fuerte de la divisa, y la señal de que el mercado inauguraba el segmento de combate de tasa contra precio del dólar, un clásico de los clásicos de los mercados argentos. Nada que Toto Caputo no sepa de sus años dirigiendo mesas de dinero. Con mucho éxito, por cierto. Ahora está operando desde el quinto piso del Palacio de Hacienda, un lugar de gran trascendencia y privilegiado para observar la poca paciencia de los inversores en los momentos en que aparece el ruido. “Riesgo Kuka” o la incertidumbre política, según sus propias palabras.

Lo que resultó curioso de esa jornada del miércoles alcista, es la cantidad de lotes similares a 20 millones de dólares, que fueron comprando durante la última media hora del mercado. Esto es, entre las 14.30 y las 15. Sabe Caputo, y cualquiera que haya vivido un año en ese maravilloso mundo de la City porteña, que órdenes de compra de esa característica solo se hacen con preparaciones de antemano, con el objetivo de provocar alzas en el mercado. Si lo habrán hecho conocidos del ministro de Economía. Estos movimientos llevaron a las sospechas de parte del quinto piso del Palacio de Hacienda, y el posterior estallido que se conoció el jueves.

Esa jornada fue altamente volátil, y determinó que la divisa llegue a los 1.380 pesos. Fue allí donde desde el edificio ubicado frente al ministerio se mencionen tres bancos como los culpables de todos los males. Rápidamente la versión se trasladó a voceros, pero, finalmente, no tuvieron mayor repercusión. Ni por los operadores financieros cercanos al oficialismo (que son muchos). Por la noche, en el streaming oficialista Carajo, Caputo daría su versión más profesional. “Nada que no haya pasado. Nada que no hayamos vivido durante este gobierno. Por supuesto, se trata de exagerar la situación desde ciertos lados, pero recordemos que ya en febrero de 2024 el tipo de cambio llegó más o menos a estos niveles”, dijo el ministro, restando culpas a los operadores, que, en definitiva, le hicieron caso al informe del 27 de junio publicado por el JP Morgan, donde se les recomendaba a los operadores locales y visitantes desmantelar posiciones en pesos y volver al refugio del dólar. Algo similar a lo que el mismo banco recomendaba allá por abril de 2018.

Y algo por lo que no se podría acusar de golpismo financiero o cambiario a una entidad que siempre puede volver a ser aliada. Lo mismo que los bancos de Adeba (bancos de capital nacional), Abrapra (bancos privados y cooperativos) y ABA (bancos de capital extranjero). Pese a las amenazas, Caputo optó por la prudencia, y por no dinamitar puentes. Hizo bien.

Pero para la tarde del jueves se esperaba la aparición del Séptimo de Caballería. Y llegó.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) apareció cuando más lo necesitaba el quinto piso del Palacio de Hacienda, y anunció que el Board del organismo había aprobado el cumplimiento de lo pactado para la primera revisión del Facilidades Extendidas firmado el 11 de abril pasado, y que se liberaban los US$ 2 mil millones comprometidos para ser enviados a las arcas del Banco Central para completar los US$ 12 mil millones del primer desembolso. Ese dinero llegará el martes de la semana que se inicia, y se colocará prolijamente en las vidrieras del Banco Central, para que todo el mercado las vea y las admire. Igual, ni este ni el Gobierno podrán usarlas para otra cosa.

¿Por qué el FMI fue generoso y oportuno? Hay un factor para recordar. En el mismo Facilidades Extendidas figura un apartado, algo oculto, donde se menciona que el tipo de cambio ideal para la Argentina debía ser un 20% superior al piso de inicio del esquema de bandas cambiarias. Si se tiene en cuenta que ese piso era de 1.000 pesos, para la segunda quincena del abril 2025 (la posterior a la firma del acuerdo), el valor de la divisa debía navegar por arriba de los 1.300 pesos. Si ese nivel se lo actualiza por la inflación acumulada en el trimestre mayo-julio, el valor final llega a los 1.386 pesos. Muy cercano al valor del jueves de presión cambiaria y anuncios de giros de dólares desde el FMI.

Como decía el gran Francisco “Pancho” Ibáñez, “todo tiene que ver con todo”.

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