21, septiembre, 2024
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    El Círculo Rojo aplaude, Milei les obedece

    Mario Grinnman, el presidente de la Cámara Argentina de Comercio, abrió el Council de las Américas con una aseveración que despertó murmullos: “Numerosas empresas sufren caída en las ventas y muchos asalariados hacen malabares (…) pero el rumbo es correcto, es imprescindible la reconstrucción moral de Argentina”. Grinnman fue aquel que, meses atrás, acuñó la frase de una “recesión con esperanza”, con el consumo desplomado a niveles pocas vistos, aún con una inflación que perdió 8 puntos desde el Gobierno anterior. Un rato antes, Daniel Funes de Rioja, el jefe de la Unión Industrial Argentina (UIA), dejó como al pasar el pedido de apurar las reformas impositivas y avisó que la actividad empezará a reaccionar. Todo con la industria cayendo 15 puntos y con vistas a estancarse. 

    Si uno vinculara la dinámica de las declaraciones a la lógica de los números, debería decir que no hay ninguna razón para que los empresarios, que fueron sometidos por el gobierno de Javier Milei a la mayor crisis de su historia (puesto en esos términos por ellos mismos), sigan bancando la aventura libertaria. Pero el fenómeno es más complejo y más político, por eso es esteril debatir sobre la idea de “lo votaron y les va mal” o la simplificación de manifestar que hay “coincidencia ideológica”

    Para ver mejor el fenómeno, hay que mirar de cerca. En cualquier charla con empresarios más o menos grandes, incluso con aquellos que recorrieron los pasillos del Council, siempre queda claro que el poder político es circunstancial, temporal, y una herramienta -sobre todo de los grandes capitales- para conseguir objetivos de fondo. Es más, los últimos tiempos probaron que ya casi no hay reelecciones en Argentina, con lo cual ha habido y habrá alternancias entre gobiernos más ajustadores y los menos. Es decir, la demanda, a la larga o a la corta, va a estar garantizada. Va y viene. En todo caso, ese va y viene no afecta a los empresarios, que compensan por otras vías, sino a la población. En los gobiernos menos ajustadores, compensarán por volúmen de demanda y ganancias récord; en los más ajustadores, con precios liberados y el paquete de pedidos de fondo que suelen hacer: reforma laboral, impositiva, menos impuestos y desregulación de precios. 

    Todo esto último es lo que el Círculo Rojo le pidió Mauricio Macri. Fue, entonces, sin éxito porque el ingeniero calabrés no estaba lo suficientemente fuera de sus cabales como para hacerlo. Macri tenía un proyecto político por delante, un intento de hegemonía. Es decir, quería liberar, pero antes que eso estaba su supervivencia, que es lo que le trabó el plan y lo dejó en el medio de río. Con Milei, los empresarios consiguieron la evolución perfecta de Macri, algo que el propio líder PRO envidia cuando elige a Milei por sobre Patricia Bullrich

    En pocas palabras, con Milei el Círculo Rojo consigue un presidente dispuesto a una liberación total de la economía, es decir, un beneficio total a empresarios, aunque eso demuela a los sectores sociales, a los ingresos y a la clase media. Y aunque eso ponga en riesgo y le lime espalda política al propio Gobierno. Para ponerlo en términos más simples: a los empresarios no les importa si Milei llega al final del mandato o cae en un período previo, tampoco si vive en agonía de acá al 2027. Les importa que haga la tarea que le encomendaron. Hace unos meses, Página I12 publicó que, en una reunión empresaria, un ceo de peso aseguró que “se necesita un loco para hacer estos cambios”. Macri también lo piensa, por eso se monta en su alter ego más desprejuiciado. 

    Un Macri sin miedo ni plan

    En el Council de las Américas, de hecho, hubo más aplausos cuando Milei habló de reformas de largo plazo y de fondo que en lo que tiene que ver con la supuesta recuperación de la economía. Aquí un asterisco: para el poder económico, el escenario ideal siempre es el de un gobierno más o menos liberal y con estímulo al consumo. Si eso se da con gobiernos de razgos peronistas, mucho mejor, sino, se busca la alternativa. Lo tuvieron con Menem; y con el primer kirchenrismo y la primera gestión de Cristina Fernández, se eliminó lo “liberal” pero hubo una política industrial, de consumo y orden de las cuentas que tampoco disgustaba. La cosa andaba y fue el último período de crecimiento sostenido y orden fiscal. Después, pasaron cosas. 

    Casi que eso lo pusieron de manifiesto esta semana los popes del empresariado petrolero, entre ellos Marcelo Mindlin, uno de los grandes ganadores del kirchnerismo. Apoyados en una Vaca Muerta parida por el PJ y hasta con esquemas puntuales de atracción de inversiones, como el caso Chevron, hace unos días se sacaron una foto haciendo “deditos arriba” como Milei. Lógico: tienen RIGI, precios libres de combustibles y giro divisas para un mercado que, aún sin eso, tendría de aquí en mas años pujantes. Como para no ceder ante el pedido del Presidente de YPF, Horacio Marín, de sonreír para la foto y hacer pulgares arriba. 

    “¿Qué se puede esperar del Círculo Rojo analógico?, dijo Milei en el cierre del Council, mientras citaba datos falsos de un supuesto crecimiento del 40 por ciento en las ventas, todo ante empresarios mercantiles que lo aplaudían. Esa simplificación que el Presidente hace de una parte del establishment, mete en la misma bolsa a todos los críticos, incluídos los que le piden que se ocupe del daño a la economía. Allí radica otra razón del respaldo empresario a Milei. Ven que al Presidente no le interesa quedar como el que concede por demás, baja impuestos a ricos y compensa con más impuestos y tarifas a sectores pobres y medios. No le tiene miedo al paquete. Por eso, Milei: la configuración del Topo que destruye por dentro al Estado, es simplemente eso. Un topo que demuele al Estado, entrega concesiones y no tiene un plan de gobierno. No precisan, los ceos, mucho más que eso. 

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