La escalada del dólar en Argentina, con un incremento que ya supera el 10% desde mediados de junio y lo ha llevado por encima de los $1.300, ha puesto en el centro del debate las decisiones del equipo económico.
Sabido es que la falta de acumulación de reservas -entre otros factores- han fogoneado en las últimas semanas el impulso alcista del dólar. Sin embargo, con el correr de los días comienza a quedar en claro que hay más. Para algunos analistas, esta presión cambiaria es consecuencia de un grave error de análisis, vinculado a la eliminación de las Letras de Liquidez de Corto Plazo (LEFIs), una medida que desató inestabilidad en el mercado financiero. Este “error no forzado” se suma a las indicaciones previas -y posteriores- de economistas como Carlos Melconian, Diego Giacomini, Marina Dal Poggetto, y Emmanuel Álvarez Agis, entre muchos otros, quienes destacan las tensiones estructurales de la economía.
La punta de lanza de la carrera por el dólar
El dato central es que el tipo de cambio ha mostrado un comportamiento alcista sostenido durante el último mes, un fenómeno que contrasta con el ingreso récord de divisas del sector agropecuario, que liquidó cerca de u$s2.000 millones en la primera semana de julio, según datos del Banco Central. Este volumen, uno de los más altos en años, debería haber mitigado la presión sobre el dólar, pero la suba persiste en un contexto de inflación a la baja –pero dependiente el tipo de cambio– y niveles de pobreza que afectan al 40% de la población.
Relacionado con esto último, fue el economista Juan Manuel Telechea quien identificó el movimiento que parece haber generado una cierta corrida cambiaria y que pone el foco en la primera decisión de todas, es decir, la eliminación de las LEFIs. Según el economista, el equipo económico decidió suprimir las Letras de Liquidez de Corto Plazo (LEFIs), instrumentos utilizados por el Banco Central para absorber el exceso de pesos en el sistema financiero.
Esta medida, tomada en un momento de creciente presión sobre el tipo de cambio, generó un aumento significativo de la liquidez disponible (los bancos optaron por mantenerse líquidos). En el análisis, esta decisión habría “desestabilizado” el mercado al incentivar la compra de dólares como refugio de valor, exacerbando la demanda de divisas. La eliminación de las LEFIs, diseñadas para mantener tasas de interés atractivas y controlar la liquidez, resultó en un exceso de pesos que alimentó la presión cambiaria.
Por otro lado, el aumento de la liquidez derivado de la supresión de las LEFIs provocó una reducción drástica de las tasas de interés, que cayeron a niveles cercanos al 18% anual, según estimaciones del mercado. Esta disminución hizo que los instrumentos en pesos, como plazos fijos y bonos, perdieran competitividad frente a la expectativa de una devaluación. Como resultado, los agentes económicos redirigieron sus fondos hacia el dólar, intensificando la presión sobre el tipo de cambio en un contexto ya vulnerable.
Maniobras de segundo nivel: puede fallar
Pero la parte del león es esta. Para contrarrestar el desajuste, el Banco Central se vio obligado a intervenir, contradiciendo el discurso oficial de no interferencia en los mercados. La autoridad monetaria ofreció “pases” a los bancos a una tasa superior al 36%, significativamente por encima a la del mercado, con el objetivo de estabilizar las tasas de interés y reducir la demanda de dólares. Además, intervino en el mercado de futuros para contener la escalada del tipo de cambio. Esta acción, aunque necesaria, implicó un costo fiscal elevado y expuso las contradicciones de una estrategia que prometía libertad de mercado.
El resultado de este proceso fue un encarecimiento innecesario de la política monetaria y un cuestionamiento a la coherencia del equipo económico. Telechea señala que el gobierno tuvo que recurrir a medidas costosas para corregir un error que podría haberse evitado con un diagnóstico más preciso.
En esta misma línea, otros economistas también han sostenido que la subestimación de las dinámicas del mercado cambiario en un contexto de alta inflación y reservas limitadas refleja una falta de precisión en la ejecución de las políticas económicas. Marina Dal Poggetto, directora de EcoGo, ha señalado que el atraso cambiario, combinado con una política monetaria laxa -y lo analizado previamente-, ha contribuido a la suba del dólar.
Carlos Melconian ha sido crítico con el manejo del tipo de cambio, argumentando que el gobierno no ha encontrado un “piso libre y flotante” para el dólar, lo que agrava la volatilidad cambiaria. “La falta de acumulación de reservas y la ausencia de un acuerdo sólido con el FMI limitan la capacidad del Banco Central para estabilizar el mercado. El gobierno está usando excusas, pero ha dejado que el dólar suba”, afirmó, señalando que la intervención en los mercados de futuros refleja una estrategia reactiva más que planificada.
Emmanuel Álvarez Agis también ha criticado la estrategia de mantener un dólar “planchado”, comparándola con políticas previas que llevaron a desajustes. “El atraso cambiario es evidente y que el gobierno tiene “poco margen” para sostenerlo, ya que la falta de acumulación de reservas complica la salida del cepo. Si el dólar se acomoda cerca del techo, la inflación subirá y la actividad caerá”, advirtió, destacando las contradicciones entre el discurso libertario y las intervenciones en el mercado. Diego Giacomini calificó la suba del dólar como una “crónica de una muerte anunciada”, resultado de una política monetaria “dinámicamente inconsistente”.
Para los analistas mencionados, la suba del dólar no es un fenómeno aislado, sino el resultado de decisiones que revelan las dificultades del equipo económico para calibrar sus medidas. En la mirada, la eliminación de las LEFIs amplificó la presión cambiaria y obligó al gobierno a recurrir a intervenciones que contradicen su discurso de no intervención. Este “error no forzado” pone en evidencia la complejidad de manejar la política monetaria en un contexto de inflación, escasez de reservas y creciente incertidumbre social.