El convite de Axel Kicillof al presidente Javier Milei en la noche de la elección bonaerense sorprendió a todos. Hasta ahora, el gobernador se había negado a participar en convocatorias como el “Pacto de Mayo”, a la que calificó como “una reunión para la foto y el marketing”, y tampoco adhirió a iniciativas como el RIGI.
Del otro lado, Milei siempre ha mostrado cierta preferencia por tomarlo como blanco de sus ataques, al punto que llegó a calificarlo como “inútil soviético” y culparlo, entre otros males, del costoso juicio que Argentina perdió por la reestatización de la petrolera YPF.
Pero, además, la invitación de Kicillof implica la asunción de un nuevo escenario político. Para empezar, es un mensaje tácito hacia el presidente en el sentido de que debe admitir su debilidad política, que lo lleva al peligro de dos años sufriendo el “síndrome del pato rengo”.
Por extraño que pueda parecer, la invitación de Kicillof dejó la sensación de un intento de que la Casa Rosada no pierda mayores márgenes de gobernabilidad. Pero además, claro, implica que, de parte de Milei, haya una aceptación de Kicillof como un protagonista de primera línea tras la masiva aprobación de la provincia más grande del país.
Kicillof, al plantear su invitación a Milei, se presenta como nuevo conductor del peronismo, casi seguro candidato a presidente en 2027. Es decir, no sólo le está hablando al presidente sino también a Cristina Kirchner, a Máximo, a La Cámpora, a la dirigencia sindical y al resto de los gobernadores peronistas.
No por casualidad se escuchó en cantito “borombombón, borombombón, es para Axel, la conducción”. El gobernador se tomó su revancha también en la interna, dejando en claro que su estrategia de cambiar la fecha de la elección fue la correcta y que la visión de Cristina -que había anticipado un mal resultado en la provincia- estaba equivocada.
Ahora, además, Kicillof se diferencia del kirchnerismo en otro tema más de fondo: quiere asumir un rol de interlocutor de Milei, algo que jamás harían Cristina ni Máximo Kirchner, que son partidarios de un estilo de oposición frontal, sin concesiones y con apuesta a la movilización callejera, la hostilidad abierta en el Congreso y la denuncia permanente de irregularidades en el gobierno.
Es probable que esa invitación a Milei haya sido la mancha en la noche feliz de Cristina Kirchner: después de todo, la invitación al diálogo con un presidente debilitado es una actitud que hace recordar más a Alberto Fernández post PASO 2019 que al kirchnerismo duro.
El mensaje del gobernador tuvo, entonces, muchos destinatarios. Y ante un aumento en el poder de negociación de las provincias frente a la Casa Rosada, reclamó su derecho de ser un “primus inter pares”.
Kicillof en versión fiscalista
Se hace difícil imaginar una reunión cara a cara entre Kicillof y Milei. ¿De qué hablarían? ¿Cuál sería el tono? ¿Habrá algo parecido a un pacto de gobernabilidad en el que se pongan sobre la mesa la asistencia financiera a las provincias?
Por lo pronto, los antecedentes de Milei llevarían a hacer pensar que esa reunión no se concretará. Posiblemente el entorno íntimo del presidente argumente que el solo hecho de aceptar la reunión sea un signo de debilidad antes de las legislativas de octubre.
Del otro lado, en cambio, el pedido de diálogo deja en claro también cierta urgencia financiera. Kicillof, paradójicamente, también ha mostrado una vocación fiscalista como la de Milei, por más que su resultado de 2024 haya terminado con un déficit primario de 2,9% sobre el ingreso provincial.
Pero ya desde el inicio, el gobernador mostró agresividad en el intento de mejorar su ingreso. En algunos casos, de manera más simbólica, como los embargos a poseedores de embarcaciones y departamentos de lujo que registraban deudas con la agencia ARBA.
Pero también se arriesgó el año pasado a un conato de rebelión fiscal por parte de los productores agrícolas, al aumentar el impuesto inmobiliario rural en niveles que muchas agremiaciones consideraron impagables. El enojo llegó al nivel de que se judicializara la medida, y en un momento se llegó a comparar el malestar de los productores con la histórica crisis de la resolución 125 del año 2008.
Kicillof se justificó con el argumento de que, en realidad, había decretado una rebaja impositiva, dado que el 99% de las propiedades recibieron incrementos que no equiparan la inflación registrada en el período.
Agregó, además, otro argumento de impacto político: que todos los productores pagan menos monto, en términos reales, que el que abonaban en la gestión de María Eugenia Vidal: la mitad de las tierras de menor valuación pagan un 86% menos, en tanto que el 10% de los campos de mayor valuación tuvieron un recorte de 10,6% en su carga impositiva. Y, para completar, recordó que la emergencia agropecuaria decretada por la sequía ocurrida en 2023 supuso beneficios impositivos para 25.222 productores por un monto de $4.200 millones.
Un cambio en el humor del sector rural
La reacción del gobierno nacional dejaba entrever comodidad en ese conflicto. El hoy candidato a senador bonaerense, José Luis Espert, afirmaba: “Así estamos los productores en la provincia de Buenos Aires. En pie de guerra. No es que no queramos pagar impuestos. No queremos que nos roben”.
Mientras Guillermo Francos descartaba cualquier tipo de acuerdo con Kicillof en los temas de la agenda que se están negociando para reformular la situación fiscal y la coparticipación de impuestos.
“Difícilmente encontremos puntos de acuerdo porque tiene visiones muy distintas respecto del tipo de país que queremos. Nosotros queremos un país en libertad, absolutamente desregulado, y Kicillof quiere todo lo contrario. Quiere un país con alta regulación, con altos impuestos, haciendo todo mal, además. Y con eso no nos vamos a poner de acuerdo“, dijo el jefe de gabinete en medio del conflicto.
Pero, un año más tarde, la situación cambió. Milei ya no puede arrogarse el rol de defensor de los productores rurales: perdió incluso en zonas de la pampa húmeda donde suele registrarse un rechazo al peronismo. Todo un síntoma del malestar de los productores, que consideran insuficiente el alivio de las retenciones a la exportación, en un contexto de caída de los márgenes de rentabilidad y crecientes problemas financieros.
La puja por una mayor porción de la torta
¿Qué pedirá Kicillof? La provincia tiene una reivindicación histórica: aunque concentra al 40% de la población nacional, a la hora del reparto apenas recibe un 25% de los recursos tributarios para las provincias.
En el ranking de qué tan dependiente es cada provincia respecto de los recursos que envía la Casa Rosada, Buenos Aires está ubicada entre las cinco que están debajo del promedio nacional de 45%.
La Ciudad de Buenos Aires es la que menos depende de fondos federales: sólo un 10% de su ingreso. También se destaca por la alta generación propia la provincia de Neuquén, gracias a las regalías petroleras por el boom de Vaca Muerta: la ayuda nacional apenas explica un 15% de su recaudación. En el otro extremo, las que cuentan con menor generación de recursos propios y, por lo tanto, más dependen de la Nación son La Rioja, Santiago del Estero, Formosa y Catamarca, cuya dependencia se ubica por encima del 80%.
Para el caso de Buenos Aires, la dependencia del gobierno nacional es de 39% de los ingresos.
Llamativamente, a pesar de la guerra retórica con Milei, en lo que va del 2025 Buenos Aires ha sido la que más ha incrementado la recepción de ayuda desde el gobierno central. Con $8,8 billones que ingresaron en su caja hasta agosto por coparticipación, leyes complementarias y compensaciones, la provincia incrementó su ingreso en un 7% real.
El informe del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf) indica que el promedio nacional fue de 4,1% y que Buenos Aires lidera ampliamente el ranking de los que más mejoraron su recepción de recursos nacionales.
Pero claro, la situación podría ser mucho mejor para Kicillof si la oposición logra que quede firme la ley por la que se coparticipa el fondo de Adelantos del Tesoro Nacional y el impuesto a los combustibles.
En ese caso, Buenos Aires pasaría a recibir en este segundo semestre unos $70.971 millones, contra un promedio de $3.636 millones recibidos semestralmente desde que Milei asumió la presidencia.
El desempleo industrial acecha
Por como está planteado el escenario político en el Congreso, Kicillof podría captar esos recursos sin tener que pedírselo a Milei.
Sin embargo, eso no elimina los problemas de financiamiento para la provincia en la que se registran los peores índices de pobreza del país. La crítica de Kicillof al modelo económico de Milei no solamente tiene una motivación ideológica, sino también práctica: sin petróleo ni litio, no aparece como candidata a vivir de grandes regalías.
Y, en cambio, es la provincia que más sufre el desempleo industrial provocado por el mix de dólar atrasado y apertura comercial a la importación. Hablando en cifras, la desocupación provincial es de 9,3%, un punto y medio por encima del promedio nacional.
La estadística provincial marca que el año pasado cerraron 7.150 empresas, en su mayoría pequeños emprendimientos, de los cuales 570 eran empresas industriales. Uno de cada cuatro empleos perdidos fue en el sector industrial manufacturero.
En definitiva, por más que esté celebrando una victoria electoral, para Kicillof también se harán largos los dos años hasta la votación presidencial de 2027. Y, en cierta medida, su suerte está atada a la capacidad de Milei por mantener la economía a flote.