6, septiembre, 2025

Las alegrías de los jóvenes Werther en el Colón

Juan tiene 28 años y vive en Belgrano. Está sentado en un palco del Teatro Colón, a punto de ver una función de ópera por primera vez en su vida. Su novia, Mora, de 24, lo invitó. Cuenta: “Me dijo: ‘va a ser un momento…’”. Y Mora, sentada a su lado, completa la frase: “…que te vas a acordar toda la vida”.

Cuando se prenden las luces en el primer entreacto de la ópera Werther, de Jules Massenet, compuesta en 1892, Juan aplaude con energía y sonríe. “¿Qué te está pareciendo?”, le pregunto. “Me sorprendió, no esperaba algo tan bueno, aunque tenía altas expectativas. Me asombra la escenografía, el buen uso de los espacios en un escenario tan grande, cómo se crean atmósferas por una pared de tela, el uso de las luces… y las voces, qué naturales que suenan”. Mora lo mira complacida.

Juan y Mora son dos de los más de 2000 jóvenes de hasta 30 años que el miércoles llenaron la platea, los palcos y los pisos superiores del Colón en una experiencia inédita. En este teatro y otros tantos de ópera del mundo hubo funciones en las que los jóvenes podían comprar entradas baratas. Pero esta es la primera vez que una función entera se dedica a crear nuevos públicos. Y es un acierto que sea con Werther, la exquisita obra de uno de los grandes maestros de la ópera francesa, porque está basada en un texto que definió las pasiones y dolores de la juventud en el comienzo de la era romántica.

Fue en 1774 que Wolfgang von Goethe, el padre de las letras alemanas, publicó una novela epistolar, Las penas del joven Werther (una de las pocas novelas cuyo título contiene la palabra ‘joven’), en la que este poeta y soñador, alter ego del autor, le cuenta en sucesivas cartas a un amigo cómo se enamora perdidamente de Lotte, una joven de su edad obligada por su madre a comprometerse con un comerciante serio de su ciudad. La madre muere, y Lotte queda a cargo de sus hermanitos menores. El amor profundo de Werther es correspondido en secreto por Lotte, llamada Charlotte en la ópera de Massenet, pero es un amor imposible.

En el segundo intervalo, hablo con más jóvenes que le dan al hall de entrada y al Salón de los Espejos del primer piso un ambiente de jolgorio juvenil inusual en las funciones de ópera del Colón. Diría que ni siquiera en conciertos de música popular suele verse este panorama: la edad del público es inferior a la de los miembros de la orquesta y de los cantantes.

Nicolás, de 21 años, vino al Colón desde San Miguel. Vio, como la mayoría, la promoción en Instagram y compró su entrada que, a 30.000 pesos para todas las localidades, es entre un tercio y un cuarto del precio usual en estos eventos líricos.

Como Juan, Nicolás también está asistiendo a su primera vez en el Colón. Invitó a su pareja porque se acerca el cumpleaños de ella. “Increíbles las voces”, me dice. “Y la arquitectura del Colón, una maravilla”.

Belén tiene 30 años, vive en Capital y sigue la página web del teatro. Suele ir a los pisos altos. “Es mi primera vez en platea”, comenta. “Otra experiencia, es tremendo cómo se ve desde acá abajo”. Jacob, de 20, vino por recomendación de compañeros de trabajo. Rodrigo, de 25, tenía miedo de aburrirse en su primera función de ópera. “Para nada, no me aburrí”, dice.

Otros jóvenes me comentaron la actuación del tenor mexicano Arturo Chacón-Cruz, que puso dramatismo en su creación del personaje y una potente voz que se elevaba sobre la orquesta. Un par alabó la puesta en escena, el movimiento de los cantantes, una escenografía simple y muy adecuada y sobre todo, el diseño de luces de Gonzalo Córdova, todo bajo las manos del experimentado director Rubén Szuchmacher. Un estudiante de música se regodeó comentando la buena performance de la orquesta estable, dirigida por el español Ramón Tebar.

La función dura casi tres horas y media. Desde un palco se ve la platea, sin canas, en completo silencio, ningún celular encendido, y al final aplauden a rabiar.

Cuando Goethe publicó su novela provocó una revolución en la juventud europea que entraba en el romanticismo. Los jóvenes se vestían como Werther. Incluso, porque el libro termina (spoiler) con el suicidio por amor del protagonista, muchos imitaron su decisión fatal.

Todo lo contrario sucedió la noche del miércoles en Buenos Aires. Grupos de chicas y muchachos salían del Colón comentando entre risas que, como Mora la había prometido a su novio Juan, había sido una noche para no olvidar.

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