El Scaloni que también enseña

26/03/2025 11:34hs.

En un fútbol tan exitista que no es ajeno a la vorágine social, el caso de Lionel Scaloni es para resaltar, más allá de sus números personales y los logros conseguidos con la Selección, ubicándose ya, a pesar de su corta edad y del camino que aún sigue transitando, entre los entrenadores más grandes de la historia de Argentina. No es menor y el reconocimiento está bien ganado. Pero entre sus virtudes, hay una para destacar. Y con énfasis: el respeto por el rival.

Hombre de la escuela de José Pekerman, al que tuvo en juveniles y en la Mayor, el oriundo de Pujato conserva esos valores de humildad y perfil medido que su histórico formador le ha transmitido a varias generaciones de jugadores que pasaron por su ala. Algo que, en una era de tanta falta de respeto y donde hablar de más y ser tendencia es muchas veces bien visto y festejado, no es para dejar de lado.

A pesar de las provocaciones de algunos jugadores brasileños, Scaloni no entró en ese juego y se lo transmitió a su equipo, que habló en la cancha. El DT no polemizó en la previa, tratando de bajar los decibeles, ni se tomó revancha una vez consumado el 4-1. Mantuvo, una vez más, la compostura y, como un caballero del fútbol, “lo disculpó” a Raphinha por su exabrupto con Romario y hasta les mandó un mensaje esperanzador a los golpeados brasileños. Genuino, sin hacer demagogia.

Scaloni, DT de Argentina (EFE).

También supo abstraerse de las pulsaciones a mil de un Monumental eufórico y de jugadores también subidos a ese tren en medio del partido, como el propio Dibu Martínez y los jueguitos con la pelota en su propia área para gastar. Enseguida, el DT miró al arquero, un pesado si los hay -con una gran personalidad-, y le hizo un claro gesto de desaprobación. El 23 captó enseguida el mensaje y le levantó el pulgar, ofreciendo disculpas.

Dice una vieja frase que hay que saber perder. En época de vacas gordas, también hay que saber ganar. Y Scaloni, que supo remar en la adversidad en sus inicios y desde hace un tiempo se codea con las mieles del triunfo, lo demuestra y enseña desde su lugar. Vale.