3, julio, 2025

Jurassic World: Renace es un gran homenaje al dueño original de esta aventura

Jurassic World: Renace (Jurassic World: Rebirth, Estados Unidos/2025). Dirección: Gareth Edwards. Guion: David Koepp. Fotografía: John Mathieson. Música: Alexander Desplat. Edición: Jabez Olssen. Elenco: Scarlett Johansson, Jonathan Bailey, Mahershala Ali, Rupert Friend, Manuel García-Rulfo, Luna Blaise, Ed Skrein. Distribuidora: UIP. Duración: 134 minutos. Calificación: solo apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: muy buena.

En la superficie, Jurassic World: Renace confirma por séptima vez la intención de Hollywood de seguir explotando el atractivo global nacido hace 32 años de otra iluminación de Steven Spielberg. En el mundo de la cultura popular globalizada, la idea de traer de regreso a la vida del planeta a los largamente extintos dinosaurios todavía resulta irresistible. Exposiciones inmersivas, muestras itinerantes y atracciones desplegadas en parques temáticos lo corroboran.

Pero detrás de esta gigantesca operación de marketing que estimula desde la realidad la siempre inquietante posibilidad de revivir a la gigantesca fauna prehistórica, la película que se estrena hoy funciona de otra manera. No es otra cosa que un gran ajuste de cuentas mezclado con una reivindicación y un regreso a las fuentes. En su primera participación dentro de la serie, el director británico Gareth Edwards quiere demostrar por sobre todo que es un muy buen alumno (e intérprete) de las enseñanzas de Spielberg.

Es más, en algunos momentos sentimos casi la certeza de que el maestro estuvo al lado del discípulo durante toda la elaboración de la película, velando por la fidelidad absoluta de la idea original en esta nueva aventura. Y garantizando en todo momento el entretenimiento de la mano de las inoxidables fórmulas de suspenso de la vieja escuela, esas que raramente fallan.

Este ”renacimiento” (escrito, como pasó en los dos primeros títulos dirigidos por Spielberg, por el gran David Koepp) equivale a la muerte de la trilogía anterior, de la que solo se conserva la mención al dispositivo armado para ensayar mutaciones genéticas entre distintas especies jurásicas. El riesgo de haber dejado en estado de abandono esas instalaciones se integra a un relato en el que lo más importante pasa por otro lado, empezando por un retorno integral a las tensiones entre humanos y dinosaurios esbozada en el film original.

Y no solo eso. La película empieza mostrándonos que el mundo dejó de interesarse en los dinosaurios, que nadie va a verlos y que literalmente se mueren por cuestiones derivadas del clima y la atmósfera en zonas urbanas. Solo queda un cinturón geográfico natural a lo largo del planeta sobre la línea ecuatorial, en el que siguen existiendo sin molestias ni intromisiones humanas. Por ahora.

Hacia allí, en una misión con riesgos altísimos impulsada (cuándo no) por motivos que invocan por igual a la ciencia y al lucro, viajan el intrigante delegado de un poderoso laboratorio (Rupert Friend), una aventurera codiciosa (Scarlett Johansson) y un paleontólogo curioso y sin nada para perder (Jonathan Bailey).

El grupo se topa en medio de una travesía en barco guiada por un experimentado capitán (Mahershala Ali, único y llamativo error de casting) con otros viajeros, en este caso una familia lanzada al mar para un largo paseo en velero que en los hechos parece la escapatoria de un escenario doméstico complejo, y que se complica todavía más cuando la endeble embarcación es amenazada en mar abierto por uno de los bichos.

Scarlett Johansson y Jonathan Bailey llegan por primera vez al mundo jurásico creado por SpielbergJasin Boland – Universal Pictures and Amblin Entertainment

Aquí empieza un asombroso despliegue visual y un desfile de dinosaurios de distinto tamaño, características y peligrosidad que lucen en este film el diseño más impresionante y preciso de toda la serie. Igual de asombroso es el equilibrio que cada escena de suspenso se logra al combinar la dimensión real de los objetos o las personas (con la consiguiente sensación de peligro real frente a nuestros ojos, como en los viejos tiempos predigitales) con los extraordinarios efectos visuales. Uno de esos momentos, tensos a más no poder, con la familia acosada por un gigantesco mesosaurio que provoca una vuelta de campana en el velero, es todo un tributo a Tiburón.

También hay un largo viaje terrestre que remite todo el tiempo a la injustamente subestimada Kong: la isla calavera (2017), ecos de la tradición de Godzilla y otro homenaje todavía más explícito: el paleontólogo se llama Henry como Indiana Jones, es igual de cáustico y por si fuera poco señala a Alan Grant, el personaje de Sam Neill que puso en marcha toda la historia original, como su mentor. De allí en más los momentos tensos se repiten, con los efectos visuales siempre subordinados a la trama y con protagonistas llenos de humanidad tratando de entender a su tiempo la conducta de los bichos en cada situación.

No solo eso: la aventura empieza a transformarlos, para que cada uno termine descubriendo o reconociendo de verdad quién es. Johansson y Bailey (excelentes) encarnan a los más convincentes sin necesidad de forzar un acercamiento romántico. La cuenta parece saldada y el espíritu original de Spielberg, reivindicado por completo. ¿Habrá algo más? No lo sabemos y esa es otra virtud de la película, que nos sugiere algo más: tal vez no tenga sentido volver sobre el tema. Ya está todo dicho.

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