21, junio, 2025

De urgencias y nuevos imaginarios

Oímos más de una voz sentenciando la imposibilidad de la resistencia. Pregonando el triunfo de la regresión, de la reacción, “ya está”, dicen aquellas voces, la consagración de la distopía es inevitable. Se sientan luego a verla pasar.

Los escépticos del momento gustan de desdeñar heroicas muestras de resistencia, las ven como último latidos del animal por morir, no piensan en la bestia que ahí puede estar despertando. Su rústica línea del tiempo no entiende que un jubilado estimule a un joven a salir a la calle.

Nos preguntan, ¿Ven ahí de verdad un movimiento organizado? Catan, como sommeliers de movimientos sociales, los procesos de base exigiéndoles credenciales de perspectivas de organización colectiva y conciencia solidaria buscando incluso pruebas de revolucionarismos, de no pasar la prueba de su paladar, no son suficientes, solo preanuncian el fin, la tempestad inevitable, construyen sus bunkers mentales.

Pero el mundo ha cambiado bajo los pies de muchos y a velocidades que aquellos no estaban acostumbrados. Tanto que no se han dado cuenta.

El planeta entero es otro. Aquella prometedora democracia liberal que prometía progreso hace cuarenta años está hoy desahuciada, llega con un carromato oxidado hasta acá, haciendo ruidos por todos lados, las gomas bajas, nada puede prometer ya que sea creíble, ha demostrado ser el artefacto de poder que el neoliberalismo usó para estrujar nuestras fuerzas.

Es así que los mismos fundamentalistas del sacrosanto mercado que la usaron y abusaron de ella, hoy la bastardean, se ríen de ella y de quienes en ella creen.

Pero la democracia liberal mantiene derechos sociales y políticos que le han permitido llegar hasta acá.
No importan ya, son una generación de políticos que sienten que siempre ganó, que no creen en la resistencia, creen realmente en su versión de la historia, creen que son invencibles, sus barcos navegaron las aguas de un neoliberalismo triunfante, creen que así será siempre todo, no hay lugar para las consecuencias en su universo.

No creen en los giros de esa historia, subestiman, como los mencionados hombres y mujeres del café, la capacidad de resistencia de un pueblo que cada vez más habita las calles del mundo.

Urge la organización, la concatenación de movimientos, y lo vemos en nuestro país donde miles y miles vienen entrenando, ejerciendo una suerte de gimnasia de lucha durante toda la gestión de este gobierno prepotente y autoritario. ¿Cuántos han pisado las calles desde el nuevo gobierno con sus causas bajo el brazo? ¿Cuántos vivieron como nunca una asamblea, conocieron, palparon, vivieron, experimentaron la potencia de la democracia directa?

La movilización contra la detención y proscripción de CFK se inscribe en el movimiento de resistencia más general, aunque haya habido allí mucho dirigente al que no le gusta la masa popular. Se inscribe en los 24 de Marzo, se inscribe en las marchas universitarias, del movimiento de mujeres, de sectores de la salud, del movimiento obrero organizado que viene de un parazo ampliamente superior al anterior, a pesar de sus dirigentes. El movimiento social es todo eso y es multiforme. Queda levantar todas las trabas, mover o remover direcciones y sobre todo articularlo, darle la forma justa para vencer. Para eso nosotros sí tenemos que ser conscientes que el triunfo de la derecha puede no ser, que se puede torcer el destino, que se puede empuñar el timón.

El movimiento obrero merece un párrafo aparte, aplastado el salario por una bota gigante, la de un estado hiper presente, experto en garrote y en apriete. Ahí se incuban los peligros más fuertes que pueden acechar al poder. Está bien responder las fake de su preferida red social, la impune X, pero tenemos en nuestras manos cortarles internet, cortarles la luz. Hemos tratado de habilitar en otras líneas el imaginario de un movimiento obrero potente capaz de dar golpes decisivos, hemos imaginado parar los puertos que concentran las obscenas riquezas del agro, bloquear los aviones en los que se mueven por el mundo los dueños del poder, paralizar sus fábricas, cortar accesos, rutas, calles. Que no se mueva una rueda de colectivo, ni un subte ni un tren. A nadie se le podrá exigir ir a trabajar si no se puede llegar. Empezarán a sacar cuentas de todo lo que pierden en un paro que no es más que un muestra de todo lo que les hacemos ganar a diario de lo que no vemos casi un peso.

Agreguemos a ese cuadro la movilización total de las fuerzas que fragmentadas se manifestaron el último tiempo, las demandas están pendientes. Es sospechoso al menos que esa imagen que no es más que coordinar esfuerzos que muchos ya se realizan, nos resulte utópica. Vale cuestionar nuestras certezas de lo que no se puede hacer cuando esas verdades tan bien le vienen a un poder dañino con el tejido social. Parecen ideas muy convenientes para ellos nuestros escepticismos.

Nos dicen que Milei todavía tiene apoyo. Sinceramente para la situación en la que estamos donde se pierden derechos sociales, políticos y democráticos todos los días, nos debería importar poco lo que dicen las encuestas que se difunden, cada vez lo quieren más los ricos y menos los pobres, eso es claro.

Apoyo de más o de menos, urge pararle la mano igual y somos muchos, aunque ganen elecciones con aquellos a los que le va bien en la billetera y con los engañados que de pasarla mal tanto tiempo se esperanzaron con el distinto, el raro, a ver si ahora. Entendamos, cuesta abandonar una esperanza.

Nos tiene que interesar frenarlo antes de que sea tarde y estemos todos presos por escribir cosas como esta o aún menores.

Organizar la resistencia es urgente y es concreto, aún más pensar en vencer, imaginar el mañana que nos merecemos no deja de ser imprescindible. No tenemos el derecho histórico de regalar una derrota por las sentencias de derrotas pasadas. Que de una vez la urgencia nos mueva el piso y nos lleve a organizarnos, no es tarde para levantar nuestras banderas y son las banderas rojas las que más molestan al gobierno, sus verdaderas enemigas. Algo (muy) bueno tendrán esas banderas rojas para que la canallada la odie tanto. Esperar una vez más el mecanismo de la democracia liberal para votar una nueva ilusión que se transforme en estafa sería criminal, es hoy que se necesita una respuesta. Es movilizados cambiando el destino con nuestras propias manos, no esperando líderes amigables con los dueños del poder pero de discursos populares. Hagamos crecer desde el pie una contundente lucha que tenga la forma de una nueva huelga general, la del siglo XXI que pueda articular las mil luchas de los diversos movimientos que han ido creciendo. A la prepotencia, fuerza unificada.

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