Clásicos hay muchos en todos los órdenes de la vida, pero en la pesca no son tantos. Ahora, si hablamos de pejerreyes, sin duda la laguna de Monte ocupa un lugar de privilegio entre los tradicionales habituales de nuestra historia dentro de la actividad piscatoria. Aunque mucho se estaba hablando de ella, no estaba en los planes pero un mensajito de mi amigo Coco Coccaro me despejó todas las incógnitas y sólo pensaba en estar allí. Recordemos que hace muy poco tiempo pasó por una gran mortandad de peces que fue noticia en todos los canales de televisión, los que mostraban montañas de pejerreyes y carpas muertos sobre las orillas y que eran retirados por camiones para evitar males mayores. Así y todo, este espejo pudo recuperarse y hoy estamos hablando de una excelente pesca de pejerreyes, al margen de verlo con vida plena en cuanto a su fauna y flora.
La charla con Coco fue muy sencilla: “Che, Julio, ¿qué estás esperando para venir a sacar unos pejes por acá?”. “Pero si vos no me invitás”, fue mi respuesta. “No hace falta, mis amigos vienen cuando quieren”, aseguró Coco al instante. Y así fue que prontamente estaba organizando un viajecito a San Miguel del Monte, lugar –entre otras cosas–,donde nació uno de nuestros ídolos nacionales, el gran Ubaldo Matildo Pato Fillol, que se encuentra representado con una escultura a la entrada del pueblo.
Equipos recomendados
Yendo a las charlas de pesca con gente amiga que ya había ido a pescar la laguna, los equipos que debíamos llevar eran cañas telescópicas o enchufables de entre 4 y 4,50 m de largo, reeles frontales o de bajo perfil con capacidad de hasta 100 m de nylon de 0,25 mm o hilo multifilamento del 0,18. Si pescamos con nylon monofilamento, no olvidarse de pasarle flotalíneas la noche anterior. Líneas: de dos o tres boyas tipo Cribal 208, 205 o 219, o bien Criterio Nº 14 o 20 con brazoladas atadas con nylon de 0,25 mm y anzuelos del tipo Mustad 1687 Nº 2. Algo a tener en cuenta: el pejerrey está picando tanto de flote como a ras del fondo, por lo cual debemos llevar líneas que nos permitan pescar con brazoladas de hasta 2 m de profundidad, y muchas veces lo mejor es hacerlo con dos boyitas esféricas de 15 a 20 mm de diámetro sin puntero pescador ni nada, sólo la línea de dos boyitas. La carnada principal es la mojarra viva y, en menor medida, la mojarra salada o el filet de dientudo.
Con las cosas medianamente preparadas, llamé a mi amigo Luis Chichi Yañez , quien nunca me deja a pata, y pusimos fecha inmediata para regresar a un pesquero que tantas satisfacciones nos había dado. Como muchas veces sucede, un día semanal sin mucho tráfico pero con mucha neblina, nos encontramos en el pesquero con varios aficionados que esperaban subir a los botes para comenzar la jornada. Coco largó toda su flotilla de botes y, junto a Nico Urrutia, otro amigo de la zona, nos embarcamos en un comodísimo trucker para navegar unos pocos minutos y comenzar con las pruebas.
El día se presentó totalmente desventado, con la laguna planchada, por lo cual elegimos líneas para pescar con brazoladas bien largas a ras del fondo. Algo muy importante, tomar la profundidad para saber a que hondura queremos pescar, y eso lo logramos de manera muy sencilla: tomamos una plomadita con un pedazo de nylon y bajamos lentamente hasta tocar el fondo, medimos y ahí sabremos qué profundidad tenemos en el lugar. Una vez hecho eso, calculamos brazoladas para pescar a 5 o 10 cm del fondo o bien con la carnada apoyada en el lecho.
Líneas al agua e inmediatamente un pique que no se pudo concretar en la línea de Coco. Mientras esperábamos algun aviso de pique se veían bulos que marcaban algunos peces en superficie. Inmediatamente cambié por una línea de tres boyas, con brazoladas de entre 25 y 60 cm de profundidad, encarnadas con una sola mojarrita mediana. Hice un lanzamiento un poco más lejos que los demás pescadores e inmediatamente logré el pique en la primera boya: pejerrey afuera. Así se fueron dando algunos piques más, pero no muchos.
Nuevo destino
Nico entonces propuso cambiar de lugar. Navegamos unos 500 m hacia el centro de la laguna, tomando como referencia una casita verde en la costa. Allí anclamos de proa y acomodamos la embarcación con un muerto de popa: parecíamos un muelle paralelo a la costa del pueblo. Yo seguí con mi línea de flote, pero mis compañeros continuaron buscándolos abajo, con brazoladas de hasta 1,80 m, y no se equivocaron, porque obtuvieron varios piques de ejemplares más grandes que los que picaban de flote; la mayoría era de más de 35 cm de largo.
Sinceramente, estábamos realizando una hermosa pesca, con muchas risas, anécdotas y chistes. Volvimos a movernos unos cientos de metros para anclar correctamente. Líneas al agua, pero tardaron en picar, cuestión por la cual volvimos a medir la profundidad y había un poquito más de agua. Tuvimos que bajar un poco más el largo de las brazoladas y siguió la fiesta, pique tras pique, pero si no corregíamos eso, quizás nos costaba un poco más. Pero, siempre hay un “pero”, había un pescador que no le estaba yendo bien en la jornada, lo veíamos cambiar una y otra vez las líneas pero sin acertar con la que iba. Uno de los compañeros se apiadó y le dio el aparejo correcto, y ahí comenzó a pescar, gritando como si fueran goles cada pejerrey que capturaba. Detallo esto, porque cuando el pejerrey esta fondeado es muy importante medir la profunidad y acertar dónde se encuentra comiendo. Había otro bote con amigos que no les estaba yendo bien y los invitamos a acercarse para contarles a qué profundidad era a la que estaban picando. Así fue como seguimos pescando de manera continua hasta que decidimos volver a la costa, no era muy tarde, pero ya teníamos la cuota completa de 15 pejerreyes por cabeza y todos entre 30 y 35cm de largo: una fiesta.
La distancia hasta San Miguel del Monte es muy corta desde la Capital Federal, por lo que se puede ir y regresar en el día. Finalmente, coincidimos en que uno de los clásicos de Buenos Aires regresó a pleno. Y lo mejor está por venir, sin dudas.