La polaca Iga Swiatek, número 1 del mundo, derrotó a la italiana Jasmine Paolini (10°) por 6-2 y 6-1 en el final femenina y se consagró por cuarta vez campeona de Roland Garros, el segundo Grand Slam de la temporada. Apenas 1 hora y ocho minutos de partido para celebrar, otra vez.
Nacida hace 23 años en Raszyn, en el centro-este de Polonia, Swiatek se va convirtiendo en la Rafael Nadal del polvo de ladrillo parisino, con cuatro títulos conseguidos en ese Abierto en las últimas cinco temporadas. Arrolladora en casi todo el partido, no tuvo piedad apenas enderezó el rumbo.
La italiana había dado una sorpresa en el tercer game: tuvo la oportunidad de quebrar y la aprovechó, para ponerse adelante 2-1, tras levantar un break en contra en su primer servicio. Pero lo que podía ser una buena señal para la paridad del duelo se transformó en un espejismo: la ventaja se esfumó enseguida.
El quiebre de Paolini
La respuesta de Swiatek fue un mensaje lapidario: tres quiebres, dos de ellos sin dejarla sumar ni un punto a Paolini, y dos servicios sólidos para cerrar el parcial. Intensidad y clase al servicio de la victoria.
El mejor punto del partido
En el segundo set, la polaca sostuvo la contundencia ante una rival a la que le costaba seguirle el ritmo. Jugando cada vez más firme, con pocos errores, Swiatek ya estaba 3-0 en 11 minutos. Paoloni quería, pero no podía.
A eso le siguieron otro quiebre, la fiereza para mantener otro servicio y un cierre sin bajar el ritmo, más allá de la resistencia de la italiana, que defendió su saque cuando estaba 0-5. La vergüenza deportiva para seguir dando pelea. Con un poco menos de eficiencia, por los nervios de la definición, Iga tuvo algún error no forzado pero eso no impidió el 6-1 tras poco más de una hora.
El punto de la victoria de Swiatek
LA NACION