El próximo 9 de enero vence un pago de deuda externa por US$ 4.200 millones, un monto elevado que vuelve a poner en primer plano las fragilidades estructurales y las contradicciones del programa económico de Javier Milei y Luis Caputo. Es un escenario complejo para el gobierno nacional, la escasez de dólares, la desconfianza del capital concentrado y las exigencias del FMI hicieron que la incertidumbre para las siguientes semanas se agudice.
Según estimaciones privadas, el Tesoro contaba sólo con alrededor de US$ 1.800 millones para hacer frente al pago y la ausencia de certezas sobre cómo lo realizará impulsó a los especuladores a aumentar la demanda de dólares este lunes. Para contener el precio de la divisa el ministerio de Economía volvió a intervenir en el mercado quemando una parte de los dólares que tenía reservados. Al mismo tiempo, las tasas de interés de muy corto plazo mostraron fuertes saltos, reflejando un clima de nerviosismo y de apuesta por una suba de la cotización oficial.
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El FMI no dio ninguna señal de emitir pronto el waiver (perdón) necesario para aprobar la última revisión de metas y así liberar el próximo desembolso que no llegaría antes de marzo. Por el contrario, publicó un documento en el que estiman que Estado tomará nueva deuda para pagar los vencimientos del 2026. Estados Unidos, por su parte, no habilita, por ahora, que parte del swap otorgado por Bessent se use para el pago de deuda. La presión converge para que el gobierno de Milei y Caputo aumente el peso de la deuda externa, ya sea vía préstamos con bancos norteamericanos y/o emitiendo bonos, sometiendo al país a más tasas usurarias e impagables.
Las opciones del “mejor ministro de Economía de todos los tiempos” parecen ser pocas. Con acceso restringido a los mercados internacionales (la última emisión de bonos apenas logró US$ 910 millones a una tasa del 9,47% anual), con dificultades para firmar un nuevo crédito REPO por la desconfianza de los bancos internacionales, y con las reservas netas del Banco Central en cifras negativas pocas veces vistas, el pago de enero aparece como una carrera difícil sin final claro.
Crisis de deuda: el síntoma de un modelo inviable
El problema de la deuda externa es el mayor síntoma de las contradicciones irresueltas de la economía argentina. Desde la dictadura militar, la deuda fue utilizada para fugar capitales, enriquecer a los grandes empresarios y financiar el saqueo del país. Todos los gobiernos constitucionales que se sucedieron desde entonces, lejos de investigar y rechazar el origen ilícito y fraudulento de la deuda, la convalidaron, ampliaron y pagaron religiosamente, hipotecando el futuro de generaciones enteras.
Milei y Caputo vienen repitiendo el mecanismo de tomar nueva deuda a tasas impagables para pagar vencimientos anteriores, profundizando el círculo vicioso que termina llevando al precipicio de un estallido financiero. En su caso agravan la situación al aplicar un ajuste acelerado del presupuesto público para pagar la deuda a corto plazo, pero acumulando mayores problemas para el futuro y deteriorando las condiciones de vida del pueblo trabajador.
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El ajuste fiscal que acompaña cada pago de deuda es brutal, menos recursos para salud, educación, salarios y jubilaciones, mientras los especuladores y el FMI se quedan con lo producido por los trabajadores. El gobierno presenta esta política como una muestra de “responsabilidad” y “seriedad”, pero en realidad no hace más que profundizar la dependencia y el atraso.
La deuda externa argentina es ilegal, ilegítima y fraudulenta. Nació durante la dictadura, a fuerza de negociados, estatización de deudas privadas y fuga de capitales, y fue convalidada por todos los gobiernos posteriores. Es un mecanismo de saqueo y sometimiento al servicio de los grandes bancos y grupos económicos, locales y extranjeros, que se enriquecen a costa de las mayorías populares.
En este contexto, la única salida realista y en defensa de los intereses populares es el desconocimiento soberano de la deuda externa. No se trata de una consigna vacía, sino de una necesidad elemental para terminar con el saqueo y la dependencia. No hay futuro posible mientras se mantenga este mecanismo de usura y sumisión. El país necesita romper con el FMI y los especuladores internacionales, nacionalizar la banca y el comercio exterior bajo control de los trabajadores, y destinar todos los recursos del Estado a la producción, el trabajo y el bienestar de las mayorías.
