20, diciembre, 2025

Nuevas bandas cambiarias y competitividad: la industria ve mejoras por el dólar, pero advierte que no alcanza

En ese sentido, remarcó que el valor del dólar debería ser determinado por el mercado y no por decisiones administrativas. “Su determinación es extremadamente compleja y depende de múltiples factores difíciles de prever”, sostiene.

En el plano macroeconómico, subraya que la estabilidad de precios es una condición necesaria para el crecimiento, al tiempo que los avances en materia de desregulación, “permitieron reducir costos a partir de una mayor competencia y desburocratización”.

Aun así, advirtió que la producción enfrenta hoy un cuadro “complejo”. Según advierte el economista, las necesidades del sector productivo quedaron postergadas por la urgencia de la estabilización macroeconómica y, en muchos casos, fueron agravadas por medidas oficiales que lo perjudicaron frente a la competencia externa.

Entre estas iniciativas, mencionó políticas de incentivo a las importaciones vinculadas a la aduana, como el relajamiento de normas de seguridad, sanitarias y fitosanitarias, la eliminación de precios de referencia y la menor presencia del sector privado. También señaló la quita del Impuesto PAIS, que redujo el tipo de cambio real de importación.

Poli resalta, además, que las exportaciones de productos industriales continúan siendo “castigadas”. Menciona el mantenimiento de retenciones y la falta de devolución de impuestos, como el IVA y los reintegros, como factores que deterioran la competitividad externa.

Para el economista, la Argentina no puede funcionar únicamente con sectores primarios como el agro, el petróleo, el gas o la minería. “Somos una economía de tamaño medio, con 46 millones de habitantes y un tejido productivo diverso”, afirmó. Sostuvo que la industria es clave para el empleo, la innovación tecnológica y la seguridad de abastecimiento.

En ese sentido, considera un “contrasentido histórico” debilitar la base industrial en un contexto global donde China refuerza su estructura productiva y Estados Unidos “reconoce como un error haberla perdido en los años noventa”. Por eso, propuso que el Gobierno abra un diálogo con las distintas cadenas de valor.

Según Poli, ese diálogo debería permitir “identificar problemáticas específicas y destrabar cuellos de botella sectoriales”. A partir de allí, sostuvo, deberían diseñarse políticas activas de competitividad, especialmente ante la aceleración de la digitalización y la inteligencia artificial, y las fuertes inversiones industriales que realizan otros países.

En esa línea, el Director de Sistémica también pone el foco en la necesidad de una estrategia de reconversión productiva en sectores como el automotriz, el textil, el azucarero y los biocombustibles, donde una alianza público-privada podría “aprovechar activos existentes y mitigar impactos negativos”.

Por el contrario, entiende que, actualmente, la adaptación de los sectores productivos se está realizando “a golpes de mercado”. Según explicó, la ausencia de políticas públicas “acelera cierres, destruye capacidades productivas y genera desempleo”, sin una reasignación eficiente de recursos.

“El capital no es plastilina y las habilidades de los trabajadores no son universales”, sostuvo. La destrucción de activos, explicó, no habilita automáticamente la creación de nuevas actividades, sino que deja chatarra productiva y pérdida de empleo.

El diagnóstico del economista se refleja en los datos. Desde agosto de 2023, la actividad creció apenas 1,1%, impulsada por los sectores extractivos, que avanzaron 9%. En contraste, la industria cayó 7,7% y la construcción 23%. El empleo industrial pyme acumula diez trimestres consecutivos de caída, con una baja del 11%, comparable a la crisis de 2008-2009.

El RIGI y la comparación con el modelo peruano

En ese contexto, Cristian Desideri, exministro de Producción de la provincia de Santa Fe, considera que la corrección del techo de la banda cambiaria es “más razonable que el esquema anterior”. Sin embargo, advierte que confiar en el tipo de cambio como única herramienta de competitividad es un error ya conocido.

“Pensar que solo por la mejora del tipo de cambio aumentarás la competitividad industrial es una condición necesaria, pero no suficiente”, señala. Según indicó, la industria enfrenta problemas estructurales de escala en algunas cadenas de valor y, en otras, déficits tecnológicos y logísticos, o una combinación de todos esos factores.

Desideri plantea además una definición conceptual sobre el perfil productivo del país. “Argentina no es un país industrial; es un país que tiene industrias en su territorio”, afirmó. Según su mirada, esa diferencia condiciona la forma de diseñar esquemas de equilibrio y desarrollo productivo.

En ese marco, sostuvo que el país asiste a una “transformación de su estructura productiva” y que el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) es el instrumento elegido para ese proceso, tal como quedó plasmado en la Ley Bases.

El dirigente trazó un paralelismo con la experiencia peruana de los años noventa, durante el gobierno de Alberto Fujimori. Por eso, explica que el esquema fue impulsado por el entonces vicepresidente Máximo San Román para desarrollar el sector del cobre, con un vínculo inicial entre grandes empresas y pymes proveedoras. Según Desideri, esa primera etapa tuvo buenos resultados en el desarrollo de proveedores. Sin embargo, el modelo fracasó “cuando las pymes quedaron sin poder de negociación frente a los grandes jugadores”.

El desenlace fue un régimen con pisos muy altos de inversión, beneficios impositivos extendidos por 30 años, escaso compromiso local, baja demanda de empleo y controles laxos sobre exportaciones. “San Román fue eyectado del Gobierno y el régimen quedó orientado solo a atraer capitales”, resumió el exfuncionario.

Para el caso argentino, Desideri remarcó que los estudios jurídicos que participaron en el diseño del RIGI replicaron esa lógica. “Se generó una barrera de ingreso alta, con un piso de u$s200 millones, dirigida a dos sectores prioritarios: gas y energía no convencional, y minería”, explicó.

A su juicio, el RIGI argentino orienta la producción hacia cadenas de valor cortas. “Se orientan a la especialización de eslabones cortos y no a la diversificación de productos de eslabones largos”, dijo. “Sin valor agregado, quedás a merced de las fluctuaciones de los precios internacionales”, agregó.

Por todo esto, Desideri no visualiza un interés por lo industrial en su concepción integral. “Veo solo una ventanilla de ingreso de dólares de exportación”, señala. En ese sentido, apuntó que incluso insumos, máquinas usadas o consumibles ingresan bajo el RIGI “como si fueran inversión”.

Desideri señaló además que la adaptación del sector industrial “no es sencilla”. Marca que el mercado global empuja tecnologías y precios, mientras que el esquema local orienta a un mercado industrial más pequeño y concentrado en ligas de empresas globales.

“Cuando mirás quiénes son los proveedores en gas, energía y minería, la presencia de pymes es relativa”, entiende Desideri. En muchos casos, explicó, el proceso deriva en un cambio profundo del perfil productivo. “Pasan de industria manufacturera a empresas de posventa”, resaltó.

¿Cuál es el dólar que quiere la industria?

El titular de la Confederación General Empresaria Argentina (CGERA), Marcelo Rodríguez, coincidió en que un tipo de cambio más alto puede aportar competitividad, pero relativizó su impacto. “El dólar alto ayuda cuando está extremadamente alto, pero hoy no creo que sea el factor que frene importaciones”, afirmó.

Advierte además que, si la banda acompaña a la inflación, el efecto puede diluirse rápidamente. “Si el dólar llega a $1.600, puede no significar nada y hasta aumentar costos para la industria”, asegura. Para el importador, agregó, la suba resulta prácticamente insignificante.

Los números que alertan al sector

Las advertencias llegan en un momento delicado para la actividad. Según FIEL, la industria manufacturera cayó 6,1% interanual en noviembre, el peor registro en 16 meses, con fuertes bajas en químicos, plásticos y neumáticos.

La consultora señaló que la caída más profunda se dio en la industria automotriz, afectada por la menor producción, el retroceso en ventas y la baja de exportaciones a Brasil. Si bien hubo una mejora desestacionalizada del 0,4%, el índice industrial acumula en 2025 una caída de 0,5%.

La metalurgia tampoco logra revertir la tendencia. En noviembre, la actividad cayó 4,2% interanual y la utilización de la capacidad instalada se ubicó en 44,4%, uno de los niveles más bajos de la serie histórica, según ADIMRA.

El impacto es más fuerte en las pymes. “Son las que menos espaldas tienen para soportar este proceso”, advirtió Daniel Rosato en declaraciones radiales. “Eso deriva en suspensiones, despidos y cierres de empresas”, agregó.

Por caso, en la provincia de Buenos Aires, la utilización de la capacidad instalada promedió 58% entre enero y octubre, casi seis puntos por debajo del promedio de la última década.

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