Durante su reciente visita a Escocia, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, volvió a posicionarse firmemente en contra de la inmigración masiva y el desarrollo desmedido de energías como la eólica, en un discurso que no solo refleja preocupaciones compartidas por millones de ciudadanos en Europa y América, sino que además demuestra su coherencia política y su compromiso con la defensa de la soberanía nacional y los intereses económicos occidentales.
A su llegada al aeropuerto de Prestwick, en Ayrshire, el presidente fue recibido por una multitud y un fuerte operativo de seguridad. Desde allí, se dirigió a Turnberry, uno de sus prestigiosos campos de golf, antes de inaugurar otro en Aberdeenshire, el cual calificó como parte de ”los mejores 36 hoyos del golf mundial”.
Trump no dudó en elogiar la colaboración del fallecido actor escocés Sean Connery, a quien agradeció por ayudarlo a obtener los permisos necesarios para desarrollar estos proyectos turísticos que generan empleo e inversión local.
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En sus declaraciones a la prensa, Trump reiteró su postura sobre la inmigración descontrolada, advirtiendo que ”Europa está siendo destruida” por una política migratoria débil y permisiva.
”Tienen que poner orden o no van a tener más Europa. Están permitiendo una invasión horrible”, afirmó, haciendo eco de una preocupación creciente entre ciudadanos europeos que observan con alarma el aumento de tensiones sociales, criminalidad y presión sobre los servicios públicos.
Aunque sus palabras fueron calificadas por algunos como polémicas, lo cierto es que reflejan una realidad que muchos líderes políticos temen abordar abiertamente. Trump, como es habitual, no eludió el tema y fue directo: ”Algunos líderes no han permitido que esto ocurra, pero no reciben el reconocimiento que merecen”.
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Con ello, dejó entrever que existe una fuerza valiente dentro de Europa que aún defiende sus fronteras y tradiciones, en contraste con otros gobiernos que han cedido ante las presiones por parte de sectores globalistas.
En materia económica, Trump también mantuvo una postura firme frente a la Unión Europea. En su encuentro con la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se debatió la posibilidad de alcanzar un acuerdo comercial antes del 1 de agosto, fecha límite impuesta por Trump, quien amenazó con imponer aranceles del 30% a los productos europeos si no se llega a un entendimiento.
Según el propio mandatario, existe ”una posibilidad del 50-50” de lograrlo, aunque reconoció que hay al menos ”20 puntos de conflicto”.
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Trump dejó en claro que, de concretarse, este sería ”el mayor acuerdo de todos”. El hecho de condicionar el acceso al mercado estadounidense demuestra su habilidad negociadora y su prioridad: defender los intereses industriales y laborales de su país. Esta actitud ha dado resultados en otras ocasiones, como en la renegociación del acuerdo comercial con México y Canadá.
Otro de los temas que abordó fue su rechazo a la proliferación de turbinas eólicas en Europa, a las que responsabilizó por ”arruinar los paisajes, matar aves y dañar los campos y valles hermosos”.
Aunque algunos medios minimizan estas declaraciones, lo cierto es que Trump ha sido uno de los pocos líderes que se atreve a cuestionar críticamente la imposición ideológica de las llamadas ”energías verdes”, muchas veces sin un análisis riguroso de su impacto ambiental real y sin considerar sus consecuencias económicas a largo plazo.
Cabe recordar que el propio Trump enfrentó al gobierno escocés en tribunales para evitar la instalación de un parque eólico cerca de su campo de golf, en defensa de la calidad paisajística y turística de la zona.
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